Sic transit
José Calvo
La gloria del mundo pasa tan rápidamente que uno ve fácilmente el absurdo de la adquisitividad. Yo recuerdo la de Stalin al terminar la segunda guerra mundial, cuando peleaba con Churchill por dejarse una buena tajada de Polonia, los países bálticos, y los Balcanes. Y con Truman para coger todo Corea.
No pasarían muchos años antes de la desaparición de la Unión Soviética y el desmembramiento de la Rusia imperial que perdió los países bálticos y Ucrania, además de una buena parte de los países musulmanes. Por cierto que Rusia ser indigestó tragándose Afganistán, igual que los Estados Unidos con el Irak.
Adquirió entonces la supremacía China Comunista, ante el declive de Occidente por la crisis económica, justo en el momento en que le trataba de imponer al mundo el “libre comercio”, como el nuevo carro de combate del imperialismo.
Se volvió así adquisitiva la China, bajo el lema de Ten Siao Ping, lugarteniente de Mao, de “es hermoso ser rico”, y empezó a disputarle las islillas al Japón; además de que tiene del cuello a los Estados Unidos con los bonos del tesoro.
El declive de Occidente también ocurrió en su momento de triunfo, cuando estaba punto de arruinar las industrias que le hacían competencia en el Tercer Mundo, mediante los convenios de la Ronda Uruguay de la OMC, que por cierto excluían la agricultura subsidiada de los países ricos.
He citado recientemente a Oswald Spengler, según el cual el poder viaja de oriente a occidente. Después de la guerra el poder viajó de Europa a los Estados Unidos, aunque se entretuvo en Rusia, hasta la caída de la Unión Soviética, pero no pasó mucho tiempo en los Estados Unidos por la crisis económica, y ahora se está estableciendo en China, donde no durará, porque cada vez pasa más rápido: transita.
Habría que ver si se trata del poder del capitalismo que se estableció en el mundo desde hace 10.000 años con el asentamiento agrícola. Porque si trata de eso, de repente el juego se terminó. Y aunque parece que esa es la situación, nadie sabe cuál sistema se implantará, aunque parece que serán los robots haciéndolo casi todo, y el Estado repartiendo una “renta universal mínima”, que no dañe al ambiente.
Ese si que será un bravo mundo feliz. Es de esperar que desaparezcan los puntales moralistas y nos dejen hacer un candelero.
