¿Padrinos homosexuales?
Osvaldo Corrales Jiménez*
En los últimos días ha surgido gran polémica por el hecho de que el sacerdote Sixto Varela, párroco de la comunidad de San Antonio de Belén, no admitió que un homosexual pudiera fungir como padrino de bautizo. El movimiento homosexual Diversidad ha protestado por la acción del padre Varela. Empero, el cura afirma que el joven homosexual que pretendía ser padrino se declaró no creyente en Dios y de abierta conducta homosexual.
Retomando la protesta del Movimiento Diversidad, ahora este pretende exponer el caso ante el propio papa Francisco con la esperanza de que se revoque la decisión del padre Sixto. Sin embargo el Código de Derecho Canónico en su numeral 874 punto tercero, con toda claridad certifica:
C874 P1 “Para que alguien sea admitido como padrino es necesario que: (…) 3º. Sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir; (…)”.
El aspecto anterior al enfatizar en una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir implica no tener una conducta inmoral (entre ella el homosexualismo), en cambio convoca a obedecer la enseñanza cristiana expuesta en el Santo Evangelio. El catecismo en su numeral 2357 expone:
“La homosexualidad designa las relaciones entre hombres y mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia las personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (ver Génesis 19, 1-29; Romanos 1,21.26; 1 Corintios 6,10; 1 Timoteo 1, 10), la tradición ha declarado siempre que ‘los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso”.
La moral bíblica sentencia (en Apocalipsis 22:15 como epílogo) que “…fuera se quedarán los pervertidos, los que practican la brujería, los que comenten inmoralidades sexuales (incluido el homosexualismo), los asesinos, los que adoran ídolos y todos los que aman y practican el engaño”.
El apóstol San Pablo en Romanos 1:24-27 con su justa inspiración divina dijo que el mundo se ha extraviado y a pesar de que muchos han conocido a Dios no lo han honrado, al contrario sus mentes necias se han quedado a oscuras, por lo cual:
“…Dios dejó que fueran dominados por sus malos deseos. Llegaron a cosas vergonzosas y deshonraron sus propios cuerpos. Han cambiado al Dios de la verdad por la mentira; han adorado a seres creados, prefiriéndolos al Creador. ¡Bendito sea Dios por siempre. Amén! Por eso Dios permitió que fueran esclavos de pasiones vergonzosas; sus mujeres cambiaron las relaciones normales por relaciones contra la naturaleza. Igualmente los hombres, abandonando la relación natural con las mujeres, se apasionaron unos por otros, practicando torpezas, varones con varones, recibiendo de sí mismos el castigo merecido por su extravío”.
En síntesis, si tenemos la moral del Santo Evangelio, el Código de Derecho Canónico y el Catecismo como pilares para el buen desempeño de las buenas costumbres y una vida recta, entonces lo correcto es respetarlos. Pese a lo anterior, la necedad humana (de los grupos LGTB) hace que insistan ante la sociedad civil y ante la Iglesia para que se les permita toda clase de abusos, que a fin de cuentas se oponen como se dijo antes a la moral cristiana.
*Comentarista de temas cotidianos
