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Opinión

Las primeras “clarisas”

Juan Luis Mendoza

Dejamos a Clara en el monasterio de Sant’Angelo di Panzo. Ahí llega casi todos los días a visitarla su hermana Inés que, nota el Padre Larrañaga, “traía en su natural una notable sensibilidad divina”. La condición y visitas las aprovecha Clara para inducirla a que deje también el mundo y se una a “un esposo al que no alcancen ni la vejez ni la muerte”. El mismo Padre Larrañaga observa que “Clara vivía la luna de miel. Necesitaba una confidente para depositar sus ardientes vivencias místicas. Los fuegos de su corazón prendieron rápidamente en el corazón de la sensible Inés”.

Al poco tiempo, huye de la casa de los Scifi y busca refugio al lado de Clara. Y, como era de esperar, se arma la persecución. Ahora con mayor cantidad de gente, y hasta un piquete de soldados al mando de un militar de profesión y pariente llamado Monaldo. Llegan a la puerta del monasterio, la derriban, con espadas en alto entran al interior de la casa de las benedictinas que, asustadas, se disponen a entregar a la prófuga, mientras enfrentan a Inés que, con la misma altivez que su hermana, rechaza la conminación. Se abalanzan sobre ella y a empellones y agarrándola del pelo, logran bajarla hasta cerca de la entrada. De pronto, el milagro: Inés queda inmovible en el lugar, sin que haya fuerza que la mueva, y el jefe con su pelotón de soldados, familiares y demás desisten del intento de llevársela. En estas aparece Clara que les echa en cara que no respetan el poder divino ni siquiera ante el milagro… Toma a Inés maltratada, herida, pero hecha una vencedora y se la lleva de nuevo adentro. Los invasores vuelven a la ciudad cabizbajos, derrotados por una mujer, una adolescente de 15 años.

Enterado Francisco de lo sucedido, se va al monasterio, felicita a Inés por su valentía y le impone el velo y el santo hábito. Hay que añadir aquí que, ya instaladas las dos hermanas en san Damián se les une la tercera, Beatriz, sin oposición familiar y, con el tiempo y ya viuda también la mamá Ortolana. Más tarde llegan otras más para compartir el nuevo estado de vida. Al principio se les conoce como “damianitas” por el lugar en que residen. Más tarde, Clara las llama Hermanas Menores. Francisco, sin embargo, por ese aire de caballerosidad con que le gustaba revestirlo todo, las llama Damas Pobres. Actualmente y habiéndose extendido por la mayor parte de los países, incluyendo Costa Rica, se las conoce como “clarisas” por el nombre de la fundadora.

¿Cómo viven? La idea original es hacerlo al estilo de Francisco y sus compañeros: vida de contemplación y también de apostolado y trabajo fuera de las casas que habitan. Pero en el caso de las nuevas religiosas han de atenerse al modo de vida de las otras que lo es dentro del claustro en los monasterios, es decir, que no pueden salir a los poblados y el campo a hacer el apostolado y cumplir con trabajos comunes en el mundo. No obstante y teniendo oración podrán vivir dentro dedicadas especialmente a la oración y ciertos trabajos manuales con qué procurarse su subsistencia.

Ahí las dejamos. Volvemos otro día, Dios mediante.

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Sábado 10 Octubre, 2020

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