Como hombre y como persona, se me quiebra el corazón de dolor cuando escucho la noticia de que una mujer fue asesinada por un hombre, no puedo evitar pensar en imágenes y preguntarme: “¿Qué le pasaba a esta mujer por su cabeza antes de partir, acaso sabía que iba a morir?”. “¿Acaso entendía que ese iba a ser su ultimo día, su último aliento?”. “¿Cuánto dolor físico sufrió esta mujer al ser golpeada por un desalmado?”. “¿Cuánto dolor experimentó en su alma al saber que ya no vería nunca más a su padre, madre, hermanos, que ni tan siquiera podría despedirse de ellos?”. “¿En qué momento, por más que suplicara para que no la mataran, ella entendió que su asesino iba a continuar hasta acabar con su vida?”.
El asesino, cuando está atacando a la mujer, llega a la convicción de que es necesario matar. Es difícil de aceptar, pero quizás más de comprender y sobre todo de interiorizar para muchas personas, que la violencia hacia las mujeres tiene relación directa con el género, es decir, que maten a mujeres por el hecho de serlo. Se puede decir que el homicidio es una acción por convicción consciente como el terrorista cuando asesina.
Pero, ¿por qué las matan? ¿Dónde nace o comienza a formarse ese asesino? ¿Quién lo forma? Esas son preguntas que todos nos hacemos y que clínicamente no son fáciles de responder ya que se mezclan muchas variantes como perturbaciones psicológicas, depravación sexual, entre otras situaciones para que se forme un hombre que mata a una mujer, ya sea ella su pareja o no.
De todo lo que se ha estudiado en el mundo por varios años, sobre los posibles generadores que hacen que un hombre asesine a una mujer, se han definido dos que me llaman la atención, el primero es que la mayoría de veces el individuo proviene de una cultura familiar machista, segundo es que proviene de una sociedad y de una iglesia que son pasivas, donde ambas en la mayoría de las veces excusan y defienden al hombre cuando este quiere demostrar dominio sobre la mujer. Esto no significa que todo hombre dominante o machista sea un asesino, pero por desgracia son dos cosas que disparan la conducta asesina.
Debemos rescatar que la mayoría de esos hombres asesinos fueron criados en una familia disfuncional y destructiva o en un hogar donde se promulgó el machismo, también algunos salieron malformados en una sociedad que en lugar de colocar límites les dieron espacio, esto nos debe llevar a preguntarnos como padres: ¿Qué tipo de hombres estamos criando en nuestros hogares? Y como sociedad: ¿Qué tipo de varones estamos formando en nuestras iglesias y en nuestra comunidad?
Las mujeres tienen derecho a caminar por las calles sin miedo, a vestir como quieran porque eso no significa que ellas quieren que las abusen y/o maten, ni tampoco que las asesinen desde el vientre antes de siquiera nacer, tienen el derecho a ser libres y a la libertad de ser quienes son, MUJERES y no a temer serlo.
Los padres de familia, los hombres, la sociedad y la iglesia tiene la obligación y la responsabilidad de construir un ambiente social libre de opresores para que vivan sin miedo. Y ante las atrocidades que el hombre hace contra las mujeres debemos denunciar y hacer cambios. El silencio y la pasividad definitivamente estimulan al verdugo y nos convierten en parte activa de los homicidios.
De mi parte quiero pedir perdón a todas las mujeres, en nombre de todos esos hombres que sin importar si fueron padres, abuelos, amigos, novios, líderes espirituales, jefes, hermanos, primos, que no las supieron amar, que no las trataron con dignidad, perdón por cada lágrima que les provocaron, por la agresividad con que las trataron, perdón por cada golpe físico y aquellas heridas que dejaron las palabras. Mil veces perdón y deseo que sus corazones sean sanados y no sangren nunca más.
Dios creó a las mujeres desde antes de nacer (las que están en el vientre y las que ya nacieron) para amarlas y honrarlas, no para asesinarlas.
*Consejero familiar
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