Miércoles 01, Mayo 2024

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° San José, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Alajuela, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Cartago, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Heredia, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Limón, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Guanacaste, CR

  • Pronóstico del tiempo

    ° / ° Puntarenas, CR

Opinión

Una generación perdida

Editorial

Definitivamente el impacto de la pandemia sobre el empleo ha sido catastrófico y era previsible, pues ante las restricciones sanitarias impuestas en cada país y el confinamiento de las poblaciones, las empresas se vieron obligadas a disminuir sus jornadas o a cerrar sus operaciones. 

Y es que ya esta pandemia del Covid-19 lleva tres meses de golpear al mundo entero fuertemente, dejando casi 400 mil fallecidos; pocos fueron los sitios que pudieron librarse hasta el momento de los embates de este mortal virus. 

Pero además de la crisis social y sanitaria que esto implica, la economía global está devastada, el desempleo creció a cifras inimaginables y los organismos internacionales hablan de una recuperación que tardará años en el mejor de los casos. 

El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), divulgado hace apenas unos días, es poco halagador y menciona que los jóvenes y las mujeres se ven afectados de manera desproporcionada. 

Dicho informe advierte que la pandemia tiene un triple impacto en los jóvenes, pues además “de destruir sus trabajos, impacta su educación y formación y llena de obstáculos el camino de los que buscan entrar al mercado de trabajo o cambiar de empleo”. 

La OIT detalla que en 2019 la tasa mundial de desempleo juvenil alcanzaba un 13,6% y era más alta que la de cualquier otro colectivo. En ese entonces, 267 millones de jóvenes en el mundo no trabajaban ni recibían educación o formación profesional.

Además, los jóvenes de entre 15 y 24 años que estaban empleados desempeñaban trabajos mal remunerados, estaban en el sector informal o eran trabajadores migrantes.

Desde el comienzo de la pandemia esa cifra subió al 16% y las horas laborales de los aquellos jóvenes que han conservado el empleo bajaron un 23%. Con ello sus ingresos y no así sus obligaciones. 

Algo peor se avecina de acuerdo a la OIT, según su director general Guy Ryder, es probable que la historia reseñe a una generación perdida que vaya a enfrentar la exclusión laboral en los mercados, pues muchos deben salir a buscar un empleo en cualquier condición y algunos tendrán que dejar sus estudios para poder generar ingresos para ellos y sus familias. 

De manera textual indica el reporte “una generación perdida, muchos jóvenes van a quedarse atrás cuando el mundo se recupere de la pandemia”.

Esta situación sin lugar a dudas debe de preocupar a Costa Rica, si se toma en cuenta el alto desempleo que golpea a las generaciones más jóvenes de costarricenses.

Aproximadamente 104.000 jóvenes de entre 15 y 24 años de la fuerza laboral están desempleados, revelan datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Solo en el primer trimestre de 2019 en el país se reportó que 95.485 jóvenes de entre 15 y 24 años estaban en esa condición, de acuerdo con la Encuesta Continua de Empleo (ECE), lo cual representa un crecimiento del 8%.

1.700.000 costarricenses tienen entre 15 y 35 años, esta es la población joven. En números equivale a un 42% del total de los habitantes, según datos del Consejo de la Persona Joven.

Por eso es más que importante empezar de una vez por todas el proceso para la reactivación económica real.

Para ello, la OIT recomienda a los gobiernos aumentar el testeo para detectar los casos de Covid-19 y el rastreo de contactos, destacando ejemplos como el de Corea del Sur e Islandia, donde se ha invertido en técnicas eficientes de detección que cuestan menos del 1% de su PIB.

Señala la organización que en los países donde ha habido testeo y rastreo, la reducción de las horas de trabajo ha sido de un 7% aproximadamente, mientras que en los que hay pruebas y rastreo menos intensivos, esa cifra se eleva a 14%.

La OIT reporta que, en los países con un sistema sólido de pruebas y rastreo, la disminución media de las horas de trabajo es inferior por tres razones: las pruebas y rastreo reducen la dependencia en las medidas de confinamiento estrictas; promueven la confianza de los ciudadanos y, en consecuencia, estimulan el consumo y apoyan el empleo; y contribuyen a minimizar la interrupción de las actividades en el lugar de labores.

Además, las pruebas y el rastreo pueden por sí mismas crear nuevos puestos de trabajo, si bien temporales, que pueden estar dirigidos a los jóvenes y a otros grupos prioritarios.

Ojalá y nuestro gobierno entienda que es urgente políticas públicas para evitar que nuestro país colabore con ese título tan poco halagador como lo es el de una generación perdida.

Lastimosamente mientras eso no suceda, el crimen organizado está ganando terreno, recluta miembros cada vez más jóvenes y de las zonas más pobres para perpetrar los delitos. Se valen de la necesidad de una familia, del hambre y la falta de educación para darles “trabajo”.

Urge evitar que estas sean opciones viables para la juventud, para lograrlo cuanto antes el sistema debe iniciar programas preventivos en escuelas, colegios, espacios públicos que informen y orienten a los muchachos y sus familias.

Es cierto que la necesidad tiene cara de perro, pero eso no justifica que nuestras generaciones más jóvenes vean en este tipo de grupos delictivos la única forma de salir adelante.

Hay más caos para estas poblaciones. En materia educativa se sabe de un alto porcentaje de deserción, pero son escasos los esfuerzos por minimizarla. 

En salud los espacios en clínicas y hospitales para adolescentes y jóvenes son nulos, como si sus problemas no fueran los mismos que los del resto de la población. 

Hay pediatras, geriatras y obstetras, pero nadie atiende específicamente a los más jóvenes; no conoce el Estado y menos la seguridad social que sufren hoy con más frecuencia de insomnio, estrés, depresión, pensamientos suicidas y adicciones, entre otros males. Eso debería estar mapeado porque es un asunto de atención integral y urgente.

Ni que decir de los problemas de salud por depresión o la exposición a enfermedades de transmisión sexual y las adiciones a drogas legales e ilegales, naturales y sintéticas.

Una población joven, sin alternativas ni espacios, está confinada al fracaso, y eso se está gestando para Costa Rica. 

No existen políticas públicas, apenas un par de dependencias estatales que cuentan con un bajo presupuesto, el cual es desconocido para esa población y nunca ha podido proyectarse. 

Los comités de deportes tampoco son una opción para este grupo poblacional, la infraestructura deportiva es limitada, no hay horarios accesibles para utilizarla y en ocasiones hasta tiene un costo que muchos no pueden cubrir ante la falta de recursos económicos.

La población joven del mundo se encuentra frente a una encrucijada y la costarricense no escapa a esa realidad, cuenta con escasas opciones para salir de ella con prontitud, si se toma en cuenta que es el futuro de las naciones.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 06 Junio, 2020

HORA: 12:00 AM

Enviar noticia por correo electrónico

SIGUIENTE NOTICIA

ÚLTIMA HORA