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Opinión

Ninis por obligación

Editorial

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), en el país hay cerca de 150.000 jóvenes con edades entre 15 y 24 años que no estudian ni trabajan. 

Y no lo hacen por vagos como mucha gente piensa, la mayoría de estos muchachos y muchachas están cansados de buscar oportunidades. Ahora menos que nunca en medio de una crisis mundial, pandemia y desempleo. 

Lo anterior es bastante alarmante pues coloca a Costa Rica en la cabeza del desempleo juvenil en Centroamérica.

Hemos mostrado como nación una incapacidad total para dotar de opciones laborales a las generaciones más jóvenes, lo que nos pone en grandes aprietos. 

Y que no salgan los políticos a limpiarse la cara con sus famosos programas sociales, pues las cifras muestran la realidad, los jóvenes ticos no tienen trabajo ni opciones reales de ganarse la vida. En plena pandemia, poco hay por hacer, pues los oferentes de puestos de trabajo están contraídos, reservados y muchos en bancarrota. 

No se trata solo de números fríos que visibilizan el desempleo, sino de una crisis social y económica que nos consume, que pone en riesgo el futuro productivo del país, así de serio es este asunto. 

Vamos a ver ejemplos del caos que tenemos encima. Si a mediano plazo (hablemos de 15 años), los jóvenes entre 15 y 24 años no están inmersos en el mercado laboral y tomando en cuenta que nuestra población es cada vez más vieja, el soporte a los sistemas de pensiones se vería deteriorado por falta de cuotas. Ya bastante estamos lidiando en estos años para sacarlo a flote. 

Otro de los puntos importantes son las cuotas obrero-patronales para los seguros de salud, si ya la CCSS está colapsada, cómo podrá avanzar si no hay cotizantes, no podrían mantenerse por los siglos de los siglos. 

Si un joven no trabaja ni estudia es poco probable que tenga un seguro de salud, en esas condiciones los padres no pueden, de acuerdo con la ley, acuerparlos tampoco. Entonces, cómo afrontarán los problemas de salud que padecen hoy y en un futuro y cómo asumirá el Estado esa solidaridad con los que menos tienen si no hay nuevos recursos. 

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) denominó una nueva categoría para los jóvenes que luego de mucho insistir en buscar empleo desisten, son los desalentados. Este nuevo criterio engloba aquellas personas que durante tiempo prolongado han estado sin trabajo y ante la insistencia infructuosa decidieron dejar de buscar. Por ende, no son contabilizados como desempleados. 

Es complejo y hasta desconcertante pensar que además de lidiar con el crecimiento desmedido del desempleo, ahora deba enfrentarse al desaliento. 

No podría existir nada peor que saberse ajeno a todas las posibilidades de ganarse el dinero y que los propios gobiernos se vean impotentes para generar opciones y paliar así los números negros. 

La modernidad obliga a capacitarse en idiomas, tecnología, economía, relaciones humanas, responsabilidad social y un sinfín de temas, pero los puestos vacantes no están diseñados para estos prospectos. 

Hay un evidente desface entre las habilidades y los niveles educativos versus la creación de puestos laborales. 

Un tercer punto que nos pone a pensar, es la informalidad, cuando un joven no logra terminar sus estudios y se ve obligado a trabajar para llevar sustento a sus hogares, mayormente jefeados por mujeres solas, se expone a condiciones deplorables, sin seguro, salarios ilegales ni estabilidad. 

El hambre no puede llevar a las personas a ser denigradas, y menos puede empoderar a los empleadores para cometer abusos. 

Pero también tenemos el otro extremo, las generaciones que, aun habiendo estudiado, engrosan la lista de los desocupados. Eso es muy frustrante y no es para menos, con todo y los títulos profesionales a cuestas siguen haciendo fila en las ferias de empleo, mandando hojas de vida a diestra y siniestra, es decir, siguen desempleados a fuerza. 

Es casi que una doble carga moral, estar calificado académicamente y verse obligado a no hacer nada.  

En fin, el empleo es cada vez más escaso, datos de la OIT indican que este 2018 más de 72 millones de jóvenes no tendrán como ganarse la vida. En América Latina, en tan solo un año, el número de desocupados de entre 15 y 24 años se ha incrementado de 9,8 a 10,2 millones, lo que significa que uno de cada cinco jóvenes está buscando empleo sin encontrarlo.

El fenómeno deriva en otros temas graves, la delincuencia, las adicciones, el aumento de la pobreza, la desintegración social y familiar, el crimen organizado. No es por nada la ola de violencia que vivimos en este país desde hace unos 4 años para acá, las cárceles están llenas de jóvenes que no tuvieron mayores oportunidades. 

Es acá donde los estados entran a operar, y deben, en un esfuerzo conjunto con visión de desarrollo, fomentar las inversiones extranjeras para generar fuentes de empleo. 

Tal como lo recomienda la OIT “los gobiernos tendrán que intensificar los esfuerzos dirigidos a apoyar las actividades relacionadas con las competencias y la recapacitación a fin de abordar este tipo de desajustes que afectan a los jóvenes de manera particular”.

Costa Rica debe repensar el tema.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Viernes 17 Abril, 2020

HORA: 12:00 AM

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