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Opinión

Está en ti, está en mí parar la violencia

Gloria Bejarano Almada / Tinta con Sentido

Mujeres, millones de mujeres alrededor del mundo salieron a las calles alzando el puño, gritando con rabia, pidiendo respeto, exigiendo con el rostro bañado en lágrimas que les devuelvan a sus hijas, a sus nietas, a sus hermanas, sus madres, que se las devuelvan vivas, que se las regresen salvas.

Ese grito ahogado que la mujer ha guardado por siglos hoy nuevamente rompe el silencio y despierta la consciencia adormecida de hombres y mujeres que no pueden ignorar más que la mujer sigue sufriendo maltrato, subestimación, violencia, muerte... tan solo por ser mujer.

Las marchas, criticadas por unos, apoyadas por otros, buscan ser la voz de las que no tienen voz, de aquellas cuya voz ha sido apagada, de aquellas que no son escuchadas, de las que hablan con temor y las que se expresan con miedo de ser escuchadas. 

Esas marchas han logrado que la voz de millones de mujeres estremezca el alma de los pueblos, sin embargo, muchas otras voces seguirán ahogadas y, peor aún, no faltará la reacción violenta, la burla o el menosprecio de quienes no quieren oír o cambiar, de quienes siguen aferrados a un mundo que muere en el que siguen muriendo mujeres a manos de los malvados. Un mundo que muere en el que también sufren los viudos, los huérfanos, los padres, los hermanos, los amigos, los compañeros. Un mundo que no acaba de morir porque sigue habiendo indiferencia, impunidad y olvido.

Las manifestaciones de esta semana, como nunca, han permitido visualizar el hartazgo de mujeres que alrededor del mundo se expresan con violencia, rabia y furia contenida. No puedo imaginar por lo que habrán pasado estas mujeres, pero cuando pienso en Fabiola, la niña mexicana asesinada, ultrajada y desmembrada por sus secuestradores, cuando recuerdo a Wendolyn, a Evelyn, a Xinia, a Jessica, a Katia Vanessa, a Juliana, a Fraciny, a Rosa, a la pequeña de Tuetal de Alajuela cuya autopsia señala que fue golpeada hasta morir, como mujer, como madre y abuela, me identifico con su dolor, su rabia y su impotencia.

Hoy nos robaron a Pamela y a Allison, ayer nos arrebataron a Karolay, y todo empieza cuando cerramos los ojos y nos negamos a aceptar que existe un problema que hay que erradicar y que la erradicación comienza cuando se deja de reírle el chiste obsceno al compañero de trabajo, cuando en verdad se cree en la igualdad entre hombres y mujeres, cuando se deja de subestimar las capacidades de la mujer y no se minimizan sus logros, cuando se educa a los hijos con el ejemplo y se respeta a la mujer en el hogar, la oficina, el aula, el trabajo, el bus.

Es cierto que hemos llegado muy lejos, pero el aumento en los feminicidios, la violencia, el abuso físico, verbal y sexual, así como el hostigamiento es verdaderamente alarmante en nuestros países, por ello no podemos permitir que la voz que alzan las mujeres hoy se apague, su eco debe seguir escuchándose en todos los rincones del planeta, fuerte y claro para que no se confunda con aquellos mensajes que buscan distorsionar el llamado a hacer justicia, el llamado al respeto a la dignidad de la mujer, el llamado a que la igualdad sea verdadera entre hombres y mujeres, el llamado a construir un mundo mejor en el que nuestras hijas no estén por debajo de nuestros hijos pero tampoco por encima de ellos, el llamado a convivir con equidad, en igualdad, en hermandad y paz.

Año con año, se repiten las marchas, las consignas y los llamados; se suman nuevos nombres a las interminables listas de mujeres desaparecidas, asesinadas, violadas, golpeadas y una vez pasado el 8 de marzo la “cultura patriarcal y machista” vuelve a tomar las calles, las casas, los trabajos, los centros de estudio, y nos preguntamos: ¿hasta cuándo? 

No nos equivoquemos, la tarea no es solo de las feministas, de los colectivos, de las organizaciones, de las autoridades, la tarea de cambiar esta “cultura de violencia” está en ti, está en mí. Está en cada uno de nosotros que tenemos que hacer nuestro el dolor de quienes sufren. Está en cada hombre y cada mujer parar la violencia, educar a las nuevas generaciones, modificar conductas e inculcar los principios básicos de sana convivencia, respeto mutuo y empatía.

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Sábado 14 Marzo, 2020

HORA: 12:00 AM

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