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Opinión

Si Eva no es mía, no es de nadie

Juan Carlos Oviedo Salazar*

Todos en el país nos hemos visto consternados por la tragedia inefable sufrida por la joven Eva y su familia al ser asesinada por su expareja de un balazo y frente a su pequeño hijo. Durante estos días, hemos tratado de elaborarlo en nuestras conversaciones de trabajo, de familia o de amigos sin poder acercarnos siquiera a digerir el que una persona pierda la vida a manos de la violencia, el egoísmo, el machismo y la oscuridad.

Como profesor de ética en un colegio y de psicología de la religión en una Universidad, lo he discutido con mis estudiantes y hemos tratado de encontrar explicaciones a semejante atrocidad. La respuesta: el machismo, el convertir a la mujer en objeto, en pertenencia, los vacíos afectivos, etc. Pero nos huele a que hay un ingrediente más que hace su trabajo silencioso para enraizarse en la psicología de nuestros jóvenes y alimentar las ideas que después se concretan con una tragedia así.

Este ingrediente es la cultura que se despliega en la actualidad y de la cual los jóvenes beben sin saciarse, porque su contenido es ligero y laxo, pero venenoso. Es muy probable que en la cabeza del asesino de Eva no estuviera anidada la Quinta de Mahler, la Novena de Beethoven o la “Júpiter” de Mozart. Probablemente sus oídos nunca escucharon “Adiós, Noniño” de Piazzola, su boca nunca tarareó los cantos a la vida y a la mujer de Serrat o Mercedes Sosa, sus ojos no leyeron a Machado o a Jorge de Bravo y su corazón no recibió amor. Y no es que, si estos acervos culturales hubieran estado presentes, no hubiera pasado la tragedia; es que probablemente el alimento del sujeto fue el odio y la idiosincrasia machista de la cual también él es víctima, además de una paracultura reforzada por incontables letras de trap y reguetón que erotizan a la mujer desde una óptica utilitaria en donde “si ella no es mía, no es de nadie”.

¿Qué es lo que escuchan nuestros jóvenes en las plataformas digitales? Pues estas letras donde el más hombre es el que tiene más mujeres y las domina, el que tiene armas y mata, mientras que la mejor mujer es la que conquista al más peligroso, al más “bravo”, al que tiene más dinero y del cual todos son esclavos. El instagram de nuestros pequeños es un himno a la cosificación de la mujer y del cuerpo, el whatsapp la herramienta perfecta de acoso. Lamentablemente, ellos ya están desensibilizados a estas letras, a estas imágenes e inclusive a estos sucesos. 

Para ellos Yolanda Oreamuno, Yadira Calvo o Harper Lee no significan nada. Jobim, Fransisco de Asís y La Madre Teresa perdieron las apuestas ante la cultura de la emancipación por parte del hombre hacia la mujer en la música, el cine o el internet. Parte del veneno que mató a Eva está al alcance de nuestros pequeños y lo consumen vorazmente. Pero ellos tienen derecho a Cortázar, a Kubrick y a Frida Kahlo. Tienen derecho a entender lo que hizo Juana de Arco, a escuchar la voz de María Callas y a poder andar en la mar con Jesús de Nazaret.

La oscuridad no tiene la última palabra, es la ausencia de luz, de conocimiento de buena costumbre y cultura. La oscuridad es la ausencia del Amor y del respeto. Somos más fuertes, levantémonos y encendamos la luz de la cultura por nuestros jóvenes, por la vida, por la humanidad. Encendamos la luz por Eva. No nos quedemos de brazos cruzados.

 

*Psicólogo

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Jueves 28 Noviembre, 2019

HORA: 12:00 AM

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