Soltemos el serrucho
Pertenezco a un país donde la viveza, el chorizo, el choteo y la cultura “serrucha-pisos” son las virtudes más apreciadas y en donde se prescinde del acto de pensar, reflexionar y aprender del otro.
Lo mal intencionados que resultamos ser nos obliga a cargar con una etiqueta del cual somos especialistas: “serrucha-pisos”; un comportamiento cada vez más común e intrínseco en nuestra cotidianeidad y que emana la vociferación de opiniones de manera arbitraria.
Esta composición tan natural de dos palabras provoca un sentimiento visceral, desbordado o impulsivo que estimula la anulación del otro. Podría definir la cultura “serrucha-pisos” en términos modernos como un mecanismo de defensa en funcionamiento cuando nos sentimos disminuidos, al compararnos con alguien, con lo que posee o ha logrado hacer.
Me resulta un intento torpe de recuperar la confianza y la autoestima desvalorizando al otro, en respuesta a su conveniencia y gusto personal.
El mecanismo “serrucha-pisos” parece ser congénito en todos los niveles: educativo, político, económico y social; persiste una cultura negativa de hacer fracasar al otro, a cualquier precio, descalificando e invisibilizando esfuerzos individuales.
La cultura política y social de “igualiticos” ha generado una sensación de conformidad, quien visualiza un poco más de su zona de confort es presa constante a efectos de minimizar su impacto.
Algunos medios de comunicación en Costa Rica reconocen el mérito de cualquier evento o persona para compararlo desventajosamente, esa capacidad para deslegitimar el esfuerzo o por rebuscar en sus errores repercute sobre nuestra experiencia colectiva y social.
La cultura “serrucha-pisos” cada vez parece avanzar a niveles de peligrosidad que no permite la consecución de acuerdos.
Reconocer las capacidades y aplaudir los éxitos del otro es reconocer y promover fuentes de inspiración e innovación. Se necesitan menos “serrucha-pisos” para que éste país alce vuelo, cuando una etiqueta resulta ser autóctona y cotidiana es importante prestarle atención; interiorizarla, reproducirla y legitimarla es hacerle daño a las posibilidades de desarrollo y progreso de nuestra Nación.
Como materia prima de un país, tenemos la posibilidad de detener esa sagacidad congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en un daño irreparable para todos.
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Lunes 06 Mayo, 2013
HORA: 12:00 AM
CRÉDITOS: MSc. Ocliver Rojas Gómez