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Opinión

Sí es posible en Costa Rica la desestabilización social y política a lo Chile

Wilbert Quesada Garita

El mundo entero ha presenciado con asombro y gran preocupación la actual revuelta social y política que sacude a Chile desde hace ya muchos días.

Chile, un país que por muchos años se ha mostrado como lugar estable y con adecuados estándares económicos, sociales y sanitarios, que lo han posicionado en la cima de Latinoamérica, ha visto explotar esa imagen de la noche a la mañana: la población se ha revelado de manera no solo inusitada, sino, en particular, consistente y muy violenta.

Tal como si se tratara de un volcán en erupción, la masa se ha volcado contra toda la institucionalidad y no le ha interesado arrasar con cualquier infraestructura pública, y hasta privada. Los daños han sido enormes y no han podido ser frenados por el Estado, ni siquiera con el uso de la fuerza.

Esa masa que se ha revelado contra el establishment político y económico se ha integrado por un grupo más que heterogéneo: desde estudiantes y partidos políticos de oposición hasta el simple ciudadano chileno, quienes pugnan por cambios en el Chile de este milenio, al cual han denunciado como desigual y desfasado; como un Estado que no vela por sus intereses y que hace ricos a unos pocos a costa de la gran mayoría.

Si bien pueden incluirse entre los manifestantes a individuos y grupos desestabilizadores, no menos cierto es que ese levantamiento popular consistente tiene su muy fuerte dosis de legitimidad: el común del chileno, simplemente, se cansó de tanta prosperidad a los ojos del mundo e iniquidad a lo interno…

Esa es la lectura que se hace del movimiento actual en términos generales. La masa no ha visto los beneficios que la ventura económica y financiera chilena ha evidenciado, y ya no quiere seguir cargando con todos los costos por beneficios pírricos en el mejor de los casos.

Entonces, ¿son posibles semejantes movimientos desestabilizadores en Costa Rica? Como Chile, nuestro país tiene décadas de encabezar o posicionarse en buenos sitiales en muchos parámetros, índices y mediciones tanto económicos como sanitarios y sociales. Como Chile, Costa Rica ha disfrutado de una estabilidad institucional y en especial política y, como Chile, nuestro país ha sido ejemplo de progreso para el mundo en la inestable Latinoamérica. 

Empero, es posible advertir muchos signos que podrían ser caldo de cultivo para un movimiento desestabilizador a lo Chile. En primer lugar, los antecedentes más cercanos como son los que se manifestaron con el “Combo del ICE” y, sobre todo, el movimiento social que se generó en torno a la aprobación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos.

Igualmente, el muy reciente movimiento que precedió a la aprobación de la ley de reforma fiscal, así como el caos que ha generado el tema del FEES en las universidades públicas. Ni que se diga de movimientos más comunes como los de taxistas y educadores.

En todos estos movimientos ha quedado patente que el tico no es ajeno a entregarse a la reivindicación colectiva violenta: bloqueos de todo tipo a servicios estratégicos, daños a la propiedad pública y enfrentamiento directo con el poder político, entre otras expresiones de descontento social que, en los últimos tiempos, se han visto fortalecidas por una cada vez mayor sensación de inequidad en la repartición de la riqueza (confirmada por el comportamiento del coeficiente de Gini y la pobreza multidimensional),y de corrupción desbordada de la clase política.

Sencillamente, el tico no siente ni que esté verdaderamente representado ni, en particular, que sus demandas de una vida mejor sean escuchadas, todo lo cual hace que la receptividad hacia políticas como las fiscales y de empleo público sea cada vez menor porque, además, el costarricense asiste al hecho de que no todas esas medidas son para todos… solo para unos cuantos porque, unos, muy pocos, sí son dignos de disfrutar el statu quo anterior a esas políticas.

Por su parte, del lado privado, no se aprecian acciones adecuadas de la clase política, mucho menos del gobierno de turno, que enfrenten en forma adecuada los problemas de competitividad y seguridad que padecen los empresarios. 

A lo anterior ha de agregarse el rol que han tomado grupos sindicales y hasta anarquistas en la canalización de esas reivindicaciones (algunas ciertamente ilegítimas e ilegales, pero no por ello innegables).

Todo ello confirma la tesis que he sostenido en este artículo: sí es posible en Costa Rica la desestabilización social y política a lo Chile.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 25 Noviembre, 2019

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Wilbert Quesada Garita

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