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Opinión

“Chorrear” el café es sencillo, pero no en materia idiomática

Rigoberto Guadamuz Monge*

En este país, preferimos el “café chorreado” al café instantáneo. Allá por 1961, se desató una dura pelea de los productores y procesadores de café molido, que intentó frenar la penetración del café instantáneo o presto, como se dice en italiano. La propaganda pagada por los cafetaleros y los demás hizo hincapié sobre la preferencia de la preparación tradicional, contra un café que tenía, y tiene, un sabor como de recalentado en exceso; el “rechinado” o recuelo, como se conoce mundialmente. Fue entonces que se puso de moda que pervive hasta nuestros días: “¿Cuál bolsa? ¡La de chorrear el café!”. Y, ni lerdos ni perezosos, los ticos nos apropiamos de esta frase para mostrar rechazo, reclamo, etc.

Pero es interesante notar la confusión que crea a nivel vernáculo, científico y lingüístico un asunto que parece ser tan sencillo y que nadie cuestiona, porque estamos acostumbrados a lo simplón y que no exige muchos conocimientos: cafetera, bolsa de chorrear el café, chorreador, “poner la cafetera”, etc. Hasta quienes se dedican de modo artesanal y profesional a los asuntos idiomáticos tienen una enorme confusión.

Nuestra cafetera no es propiamente un utensilio para preparar, contener o servir el café, tal como se utiliza una tetera. En la cafetera, lo que almacenamos es agua; entonces deberíamos decir agüera. A la bolsa donde depositamos el café molido, lejos de parecer eso, una bolsa, tiene una apariencia diferente como una “chuspa” y es lo que en español internacional se conoce como manga.

Me llama la atención escuchar o notar cómo, en los negocios de los dos mercados más grandes de San José, existen dos criterios para lo que es un chorreador. Unos dicen que es la bolsa o manga; otros que es el armazón o sostén donde se coloca la bolsa o filtro de tela. Para mí, lo que se debe denominar como “chorreador” consta de dos partes: el armazón completo con su bolsa. Pero, también puede el soporte sin la bolsa o manga.

El hoy integrante de la Academia Costarricense de la Lengua, el Dr. Miguel Ángel Quesada P., en su “Nuevo Diccionario de Costarriqueñismos”, cuarta edición, dice que nuestro “chorreador” es la bolsa para colar el café. He de señalar que discrepo de este criterio.

También, el señor A. Giebler Simonet, en su libro “A lo tico”, segunda edición, comete un error de apreciación en cuanto a qué es propiamente el acto de “chorrear o chorriar” café: “Extraer el aroma del café con agua hirviendo, a través de una bolsa de tela” (sic). El Dr. Quesada, antes citado, no anota una explicación para lo que para nosotros significa “chorrear el café”.

El Sr. Giebler S. confunde el proceso de obtener el café al ser desleído por medio del agua hirviendo que, como agente disolvente, es el principal actor a la hora de “chorrear o chorriar” el “yodito”, el “cafano”, como decimos los pachucos. El aroma que confunde el autor de libro es un producto accesorio que emana como efluvio al llevarse el proceso de desleimiento del polvo del café procesado por torrefacción, el de primera calidad o el triache, este último para el café de segunda, o tercera clase.

Ese aroma a que se refiere don Alf Alexander se le denomina científicamente como cafeol y es el mismo aroma u olor que percibimos cuando los granos ya beneficiados son tostados en una máquina especial. 

Hasta la Academia española de la Lengua no explica con claridad científica que no es lo mismo colar el café que desleírlo y filtrar o colarlo, pero en esta secuencia. Este verbo, desleír, es el proceso de disolver algo sólido o pastoso en un líquido; en nuestro caso, el líquido hirviente es el agente activo.

Y, otra vez, la Academia de España, se refiere a la “bozorola” (nuestra bozorola) del café, como la borra que queda, después de colarlo. Pero en el caso de la “chorreada del café”, el verbo “colar”, no es lo mismo que filtrar. Se cuela aquello que se pretende hacer una separación de las partes componentes de un todo; en cambio, al aplicar el verbo filtrar, plasmamos la idea exacta de hacer pasar algo por un filtro, mucho más conciso que el verbo colar.

Y tampoco tienen razón los académicos de España al referirse a nuestra “bozorola” o residuos del polvo de café ya sin sabor, porque tal producto de desecho no califica para ser catalogado como “borra” (DRAE, última edición en papel), por su consistencia física y no ser sutil o casi incorpórea.

Apegados al uso correcto del idioma, la Academia debe cambiar su entrada para “bozorola” y no debe confundirla con el residuo o la hez o heces que queda en el fondo de la taza, una vez que nos hemos tomado el cafecito. A eso oscuro y pegajoso que queda es lo que propiamente se le debe denominar como borra, y no como entienden mal en España.

 

*Etimólogo y lexicógrafo con trabajos científicos sobre el idioma español e inglés

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Jueves 21 Marzo, 2019

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