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Opinión

AyA y el agua: el espejo de Uganda

Gerardo Castillo Martínez*

¿Qué sería de Costa Rica sin precipitaciones suficientes y sistemáticas o sin bosques que retuvieran la lluvia o ríos y fuentes naturales factibles de explotar técnica y financieramente o un sistema de captación, almacenamiento, tratamiento (control de calidad al agua para que posea parámetros de potabilidad aceptables para el consumo), distribución y facturación, y que comporta toda la cadena implicada en llevar el vital líquido desde los cursos de agua y las entrañas de la tierra hasta las unidades de consumo?

Damos por sentado que el agua, en cantidad y continuidad suficiente, saldrá del grifo una vez que abramos la llave y hasta que la cerremos, incluso sin importar si la desperdiciamos; no aceptaríamos que el servicio fuera interrumpido, siquiera unas horas. Eso se ha podido evitar, en especial, a partir de 1961 cuando fue creado el Servicio Nacional de Agua y Alcantarillados (SNAA), el que, luego, junto a los 31 acueductos municipales, la ESPH y las 1.470 organizaciones comunales administradoras de acueductos (la mayoría de las cuales han sido autorizadas por AyA mediante convenios de delegación), ha logrado que el 93,9% de la población acceda al agua potable.

Sin embargo, ¿nos hemos puesto a pensar qué pasaría si no se hubiese tenido esa visión que explicó todos esos adelantos políticos, tecnológicos, ingenieriles y económicos que nos han permitido gozar de un agua de calidad y de índices de salud comparables a las naciones más aventajadas en esas materias? Es muy seguro que seríamos mucho más subdesarrollados de lo que somos en la actualidad, rayando, eventualmente, en las naciones más pauperizadas del planeta. Un reportaje de un periodista tico acerca de una costarricense que trabaja en una zona remota de Uganda, publicado el 19 de octubre de este año, nos ilustra, entre muchos casos que se pueden acotar para el efecto, de lo que podría haber sucedido si nuestro país no hubiere tomado las decisiones estratégicas relativas al agua, que nos ubicaron en posiciones de honor en el concierto mundial. 

Relata esa costarricense, residente en ese país africano y máster en Ingeniería en Energías Renovables, lo siguiente: “Mi día normalmente empieza con la tarea de ir por agua al manantial que queda como a dos kilómetros de distancia. 

En un día normal traigo unos 10 o 12 litros, que utilizo durante el día... para bañarme y beber. Cuanto tengo que lavar la ropa y limpiar la casa, tengo que ir una segunda vez en la tarde”. 

Esa profesional “notó lo mucho que deben trabajar los niños, desde muy pequeños. Por ejemplo, cuando va al manantial por agua, hay niños de apenas tres años con bidones de unos dos litros, que cargan los dos kilómetros hasta la aldea”. Agrega la entrevistada que “tiene un purificador que trabaja con rayos UV. Por eso, solo expone un litro de agua durante minuto y medio a los rayos para que esté potable”. Y continúa la experta para resaltar las condiciones difíciles que rodean a esa comunidad ugandesa: “Las familias utilizan lámparas de queroseno para iluminar las casas durante la noche, utilizan carbón para cocinar y además hierven el agua para poder tomar”.

Este “espejo” de lo que acontece en un área rural ugandés, y que resume lo que caracteriza a otras zonas deprimidas de ese país y otros de igual talante en el globo terráqueo, debe constituirse en el recordatorio permanente de la trascendental iniciativa que inspiró al impulsor del proyecto de gestación del SNAA, el diputado Sr. Fernando Lara Bustamante, quien concitó el apoyo de los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa de entonces para aprobar la Ley 2.726, y que sancionara después, con el “Ejecútese”, don Mario Echandi Jiménez, a la sazón presidente de la República. Nos libramos, así, de que niños, niñas y mujeres acarrearan desde distancias largas y agotadoras, y varias veces al día, recipientes con agua obtenida de pozos de dudosa calidad y de incierta capacidad para sus labores de limpieza, “higiene” y alimentación, como sucede en Uganda, y que fue posible gracias a las inversiones estatales que desde los 60 se han hecho, por AyA y otros operadores, para transportar el agua directamente a los diferentes destinos de consumo y también para mejorar su potabilidad. Además, es un recordatorio de que, en el caso de AyA y las organizaciones comunales que regentan acueductos supervisados por esta institución, su presencia en el sector de actividad es una garantía de que un porcentaje muy importante de la población atendida por ambos disfrutará de altos índices de salud y desarrollo. 

 

*Politólogo y administrador

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 03 Diciembre, 2018

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Gerardo Castillo Martínez*

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