Costa Rica, ¿qué hacer con la migración nicaragüense?
La columna de Jaime Ordóñez
En el resto del mundo se conoce poco que Costa Rica tiene uno de los récords mundiales de recepción de migrantes. Con apenas de 5 millones de ciudadanos, en Costa Rica viven cerca de 1 millón de migrantes nicaragüenses (prácticamente el 20% de su población), todos recibidos en las últimas dos o tres décadas. Porcentualmente es el mayor receptor de migrantes de todo el planeta y la nueva crisis nicaragüense amenaza con subir ese número a un 23% o 25% en los próximos meses o años. A esto hay que sumarle un 2% o 3% adicional de venezolanos, colombianos, salvadoreños, cada uno de ellos movidos por sus propios exilios o razones. En un lustro, el porcentaje subirá a un 30% En términos relativos, nada se le compara al complicado caso de Costa Rica.
Alemania, hoy un gran receptor, tiene una migración de aproximadamente el 12,5% de su población (excepcionalmente alto, y esto hay que reconocérselo a Angela Merkel, que ha cambiado la sensibilidad alemana en estos y otros temas en la última década), sin embargo porcentualmente menor a la tica.
En Francia el 11,4% es población migrante. La española es, igualmente, alrededor del 12%. Los Estados Unidos cerca de 13% o 14%, hoy en proceso de reversión con el último gobierno.
Canadá se acerca mucho, con casi un 18%, pero es una migración distinta, más espaciada en el tiempo. Turquía, con sus 4 millones de sirios, en realidad representa poco en relación a su población total de casi 80 millones de personas, apenas el 5%
¿Qué puede hacer Costa Rica, cuyo Estado Benefactor fundado a mitad del siglo XX fue muy exitoso en el pasado pero que hoy hace aguas, y apenas puede graduar de secundaria el 50% de sus jóvenes y la Seguridad Social ofrece citas a pacientes para operaciones quirúrgicas a dos o tres años plazo?
¿Cómo recibir esa nueva oleada de miles nicaragüenses que huyen de Daniel Ortega, dispuesto a sostenerse en el poder a sangre y fuego, y que está expulsando miles de personas, de todas las condiciones, estados económicos y de salud? ¿Puede recibirlos a todos en su Valle Central, en San José, Alajuela, Heredia, en sus clínicas de la seguridad social, en sus colegios y sus escuelas? Puede ofrecerles puestos de trabajo, en un país donde el índice de pobreza interno es ya del 20% y la tasa de desempleo del país es del 10,3% y la de subempleo es superior al 24%? Mi percepción es que le será muy difícil.
Ante grandes problemas, grandes soluciones. Una opción es crear en Liberia, en San Carlos o en algún otro punto de la Zona Norte, un régimen de zona franca temporal para realizar trabajo agroindustrial o semiindustrial y ofrecer mano de obra a esos miles de nicaragüenses en un régimen laboral y migratorio especial, temporal, que en todo caso será mucho mejor a la informalidad y a la situación precaria y complicada de quienes logran llegar al Valle Central. Es una idea antigua, que fue discutida hace más de una década por un grupo binacional promovido por Naciones Unidas. Sin embargo, se quedó en el papel en ese momento. Quizá no le había llegado su hora.
Sin trabajo no hay dignidad y empiezan los problemas. La clave sería crear una alianza de empresarios costarricenses (y quizá algunas empresas nicaragüenses) que decidan formar parte de ese plan para crear una realidad económica nueva donde ahora hay solo desaliento, miseria y creciente violencia.
