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Opinión

Reaprender a vivir auténticamente

Lic. Edilberto Escobar Cascante

El atractivo creciente de escenificar la realidad se debe sin dudas a la necesidad inducida por el omnipotente marketing, de venderse, que le meten en el encéfalo a cada sujeto, pero de venderse bien, al mismo tiempo, de rehuir la realidad, o cuando menos, lograrlo a cualquier precio, sea con palmarés, méritos, posiciones o títulos huecos. En dicha medida, tiene especial relevancia, lo fatuo que inunda el medio, donde los sujetos de hoy se venden en un inmenso mercado que es el mundo actual. 

Es por eso que en este tiempo la percepción de uno mismo, no se guía entonces por una idiosincrasia propia, por necesidades naturales, por estados de ánimo genuinos, sentimientos y capacidades humanas; sino por la escenificación de una personalidad y de un carácter, que proporcionan una identidad ajena, inventada, usurpada, impropia. La identificación con un yo inventado puede llegar a ser tal que cada implicado en su mundo tenga dificultades hasta para reconocerse quién es verdaderamente y cómo es de verdad, sin máscaras, ya que representa su papel tan “auténticamente”, que de su primigenia forma anterior, no queda absolutamente nada, ni un resabio. 

Porque el hombre de hoy vive como en un estado de hipnosis. Sus actos no responden a un querer y a un sentir propio, pero es que no se da cuenta de que es víctima de fuerzas de sugestión mercantil, invisibles, cuyo fin es utilizarlo para obtener lucro, ganancias y ventajas. Que lo manejan quienes lo convierten en un legítimo y obediente servidor. Un autómata que responde a órdenes dictadas de forma premeditada. Dirigido, gobernado y espoleado convenientemente, que si le preguntan: qué es o quién es en realidad, responderá que no existe una naturaleza o una esencia de ser, una forma auténtica de ser el mismo, que eso está pasado de moda, dado que en el fondo, lo que teme es ser diferente, dejar de ser masa, un sujeto diferente, auténticamente humano, porque vive convencido de que en el mismo saco de los autómatas que caminan como zombies, está su felicidad. 

El problema se agudiza, cuando dicha vivencia alienada de uno mismo es el resultado de sugestiones colectivas, en las que el comercio consumista tiene atado a todos y amarrada la voluntad de todos, metida en una camisa de fuerzas. Sugestiones colectivas, en las que la cibernética, por ejemplo, ha metido y tiene controlada la existencia humana, para que cada quien viva para esperar lo último de la moda, el próximo aparato electrónico que vendrá al mercado para adquirirlo, tenerlo, poseerlo. En tal estado, resulta harto difícil que haya ocasión, siquiera de cuestionarse, si la propia forma de sentir, pensar y actuar, es producto o no, de tal sugestión colectiva, en la que las campañas comerciales y el neón con el que le alumbran todos los tiliches, tienen controlada la voluntad individual, para meterles hasta temores irracionales e inexistentes. 

Lo correcto para la voluntad y la libertad humana es lo que afirmaron los grandes maestros que tuvo la humanidad. Moldeadores de la conciencia y la cultura de Occidente, no lo que el comercio ahora impone. Aquellos hablaron de espontaneidad, de propensión productiva, de actividad espontánea, venida del propio impulso humano, asido a las facultades espirituales, psíquicas y físicas, que trajo el hombre innatamente. Nunca apartaron de su mensaje al ser humano original, creativo, capaz de expresarse, de conmoverse, de darse a los demás, dueño íntegro de su voluntad, capaz de reaccionar ante cualquier determinante externo, ante todo intento de sugestión de sus necesidades y deseos humanos elementales y que estos sean solo producto de su ser, no del tener. Es decir, dueño de toda reacción propia, sin que estas antes de expresarse lleguen a tener dueño o sean dirigidas por intereses que buscan nada más sacar provecho. Porque eso lo permeó así la cultura occidental, ahí se cimentaron todos los principios y los valores humanos.

 Solo teniendo esto en cuenta, a saber, que la vida humana y el crecimiento psíquico obedecen a leyes propias, inmanentes de fuerzas naturales, tendrán los individuos una vivencia auténtica de sí mismos y vivirán auténticamente, porque estos son autores, sujetos y artífices de su propia humanidad. Dueños de un poder creador, al que le pueden sacar provecho para sí y los más elevados objetivos humanos, ahora abandonados.

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Jueves 12 Julio, 2018

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