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Opinión

Cuando el pueblo se cansa

La columna de Jaime Ordóñez

La chispa que enciende la hoguera puede ser muy distinta. Generalmente es un pequeño hecho, aparentemente insignificante. Y, de repente, empieza el efecto dominó: se incendia la pradera y las dictaduras caen. La Primavera Árabe comenzó en Túnez el 17 de diciembre de 2010, cuando un joven vendedor de frutas, Mohamed Boauzizi, desesperado por tener que mantener 8 personas con menos de 150 dólares al mes, se prendió fuego, lo cual desató el enojo y la frustración reprimidas entre sus compatriotas. Y el pueblo se echó a la calle. Un mes después, el presidente Ben Alí fue obligado a dejar el poder y huyó a Arabia Saudita. Allí detonó la Primavera Árabe que siguió después, Egipto, Libia y Argelia. El mapa político de todo el África mediterránea cambió a partir de ese día.

La caída del dicatdor Jaruselsky en Polonia se marcó por el encarcelamiento de un solo hombre: Lech Walesa, quien fue confinado al presidio durante 11 meses en el sureste de Polonia, cerca de la frontera con la Unión Soviética hasta el 14 de noviembre de 1982. A partir de ese momento, ese electricista del sindicato de astilleros de Gansdk y el Movimiento Solidaridad empezaron a crecer como levadura en el pueblo polaco y, tiempo después, cambiarían la historia de ese país.

A Nicolae Ceausescu en Rumania lo derrocó el hartazgo del pueblo y una sucesión de pequeños y medianos hechos que, en pocos meses, prendieron la hoguera: el aumento de los precios del petróleo y la inauguración de un Palacio Presidencial de mármol y fastos. 

A Imelda Marcos, sus zapatos. Cuando el pueblo se cansa, el más impensado factor puede colmar el vaso. Es el catalizador de muchos años de cabreo ciudadano. A la hora de escribir estas líneas, viernes 20 de diciembre en horas de la tarde, Nicaragua está ardiendo por una sucesión de eventos que van desde el incendio forestal de Indio Maíz, el recorte al 5% de las pensiones promovida Rosario Murillo y el uso de la fuerza a las manifestaciones públicas de las últimas horas. Y es que la sangre ya llegó al río: cuatro muertos es el combustible que incendiará la pradera nicaragüense. 

El periodista Carlos Fernando Chamorro, amigo de muchos años y cuyo padre fue asesinado por otra dictadura, la somocista, me lo acaba de sintetizar por teléfono: “ Lo de Nicaragua es una revuelta en las calles —por el momento— que no tiene liderazgo, es espontánea e impredecible. Lo único claro es que es pueblo está indignado, con un cabreo ciudadano que viene de mucho tiempo atrás. Ortega está escondido. No estamos claros si el cambio definitivo va a ser ahora. Pero lo que sí tenemos claro es que este será el inicio del cambio. Estoy seguro de que viviré para verlo”. 

Y todos esperamos que así sea.

 

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PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 23 Abril, 2018

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Jaime Ordóñez / [email protected]

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