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Opinión

La mangiata y el piscolabis

Página Abierta / José Calvo

Ricardo Vega era un peón de mi papá que siempre estaba hablando de comida. Pues parecido a mi, que me vivo hablando de la seguridad alimentaria, en un mundo donde el pueblo no tiene esperanza de redención bajo el libre comercio que deprime más su producción alimentaria, y de la solemne burrada de depender de las importaciones para la dieta nacional. Ricardo hablaba de los buenos tiempos, cuando en todas las pulperías vendían sin impuestos quesos europeos, y jamones, y longaniza. Y de los malos tiempos, cuando lo contrató uno que habría su finca en la montaña, y quien les iba a dar el salario y la comida.

 

Aquello casi le provoca la muerte. A las once de la mañana sonaba un riel de campana y oían la voz del patrón que los llamaba a la mangiata y el piscolabis. Pero la mangiata consistía en bananos verdes hervidos en un medio estañón, y el piscolabis en media botella de agua dulce. No contaba Ricardo en qué paró el proyecto de apertura de finca en la montaña, pero es fácil comprender que así los peones no pudieron aguantar. Igual que es fácil saber qué le va a pasar al país con el libre comercio que nos obliga a importar los alimentos. 

 

Ricardo no había nacido pa pobre, le gustaba todo lo bueno. Yo lo recuerdo cómo contaba con fruición de las delicias que uno podía comprar en las pulperías, cuando ya había pasado la bonanza porque había que proteger la industria nacional.

Recordaba yo mis tiempos de hambruna, cuando vivía con mi tía, y cuando estaba en el Colegio Salesiano que llamaban el hospicio, donde solo nos servían frijoles rellenos (con gorgojos) y arroz siempre quemado: tuvieron que sacarme de allí en una camilla; y le di las gracias a Dios cuando perdí la beca por ausencias.

Como yo sé lo que es padecer de hambre, puedo comprender la suerte que sufren casi 1000 millones de seres humanos que pasan hambres en el mundo, así como la imprudencia enorme del país que por la ideología del libre comercio pasa a depender de los alimentos importados: como nosotros que ya importamos más de la mitad del arroz y los frijoles que constituyen a la dieta de nuestro pueblo, el cual no tiene el recurso de irse para los Estados Unidos, de donde nos llegan los alimentos subsidiados del libre comercio.

 

Don Ricardo Vega estaba muy bien, comparado con nuestro pueblo, que ni siquiera va a escuchar el llamado del riel a comerse la mangiata y beberse el piscolabis. Y hay otra diferencia: que don Ricardo se metió en aquello por su propia decisión, pero al pueblo de Costa Rica lo metieron ahí los creyentes en que el libre comercio nos puede proporcionar la alimentación mediante la importación; una creencia que solo se puede clasificar de ideología, a sabiendas de que su propia comedera está bien asegurada... 

 

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Martes 20 Febrero, 2018

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