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Opinión

¡Que no pasen otros 20 años!

Eduardo Brenes Mata

En 1994 publiqué un artículo titulado: “San José: reto para el nuevo gobierno”. Recién habían pasado las elecciones de ese año. Desde entonces y en materia de planificación urbana y ordenamiento territorial se dieron importantes avances en estos temas, algunos de tipo legal, otros de carácter institucional.

Surgieron propuestas y proyectos tendientes a reorientar el modelo de desarrollo urbano. La problemática urbano-territorial es muy seria. Las dificultades nacionales que enfrenta el país como el tema fiscal y los recursos necesarios para seguir impulsando el desarrollo nacional deben ser resueltos. Sin dichos recursos es poco lo que podríamos hacer para incluir en la agenda el tema urbano-territorial. Sin embargo, resulta imperioso entender y aceptar que mucho de lo que se llegará a invertir, de corregirse el tema fiscal y otros, serán obras que impactarán el territorio, las ciudades y la calidad de vida para bien o para mal.

Los procesos de planificación son para analizar pros y contras de un proyecto tanto en términos económicos como socioculturales y ambientales. Un proceso de planificación nace a su vez de una buena conceptualización. ¿Queremos infraestructura vial únicamente, o queremos infraestructura para la movilidad urbana en general? ¿Queremos movilizar más personas a través del transporte público con prioridad de paso o queremos seguir todos revueltos en las presas? ¿Queremos eficientizar el espacio disponible, o vamos a quejarnos porque una ciclo vía o un paseo peatonal nos “quita” espacio? ¿Deben las ciudades seguir creciendo hacia la periferia o debemos orientar unas ciudades compactas de usos mixtos del suelo? ¿Debe la infraestructura sanitaria recolectar las aguas negras de los ríos o debe dicha infraestructura servir de base para la alta densidad poblacional?

Estas son tan solo algunas preguntas que nos hemos planteado durante años ya. Los conceptos y proyectos entre ciudades sostenibles versus modelos contrarios están bastante claros, no obstante, el modelo no ha cambiado en la práctica.

En este proceso electoral y tratando de que las aguas vuelvan a niveles de discusión sobre los grandes problemas nacionales, rescato nuevamente la importancia del tema urbano-territorial, entendiendo que tarde o temprano mucha de la infraestructura y servicios que reclama la población, contarán con recursos y se construirán los proyectos. La pregunta es ¿bajo que conceptos se invertirán dichos recursos sin tener claro el tema territorial y urbano. ¿Cuál sería la relación de dichas inversiones con los usos del suelo de cada municipio y su plan regulador? ¿Es posible que una ruta de transporte masivo de autobuses, o el mismo tren interurbano, se impulsen sin procurar una coherencia con las densidades y tipologías de vivienda a lo largo de la misma?

La construcción de proyectos debe traer aparejados beneficios adicionales y su visualización traería aportes complementarios, generalmente asociados a la inversión privada. Por ejemplo, la infraestructura de un tren interurbano se asocia con proyectos de vivienda de alta densidad. 

La situación de nuestras vías y el tema del transporte público han saltado a la arena política en estas elecciones. Esto ha obedecido a la situación caótica que vivimos, a una necesidad imperiosa de resolver. ¿Será necesario que el resto de los temas urbano-territoriales tengan que llegar al caos para poder elevarlos a la discusión política? Está claro que uno de los temas más urgentes de resolver es la infraestructura vial y el transporte público, este último con planteamientos técnicamente sólidos. En este particular y bajo el predicado de este artículo, la inversión en infraestructura y transporte pueden impulsar las ciudades hacia un desarrollo sustentable bajo los siguientes principios:

En primer lugar, la opción de la ciudad compacta y multifuncional. Diferentes centros de población asociados a ejes de transporte masivo (bus y tren interurbano) tienen potencial para crecer en densidad y mejorar servicios, quedando su población más cerca de las funciones urbanas y del transporte público. Lo opuesto a esto sería la construcción de ciudades dormitorios o zonas suburbanas, alejadas en tiempo y espacio de las áreas urbanas. En segundo lugar, orientar las ciudades hacia una movilidad basada en las facilidades para caminar, andar en bicicleta, pero en especial con un sistema de transporte público masivo que conlleve a menores tiempos de viaje para sus usuarios y la alternativa convincente para los que deseen dejar el carro en casa. El transporte público debe ser intermodal e integrado, facilitando no solo los viajes urbanos, sino también los interurbanos y regionales. La red vial debe ser optimizada, generando capacidad de circulación regional sin saturar las ciudades y eliminando obstáculos ya conocidos. Un tema importante es la capacidad y facilidades para estacionar para liberar espacio público y mejorar la fluidez.

 Para lograr esto, se requiere que las autoridades competentes y los políticos estén plenamente convencidos de sus beneficios y que los ciudadanos entiendan estos principios como parte del derecho a la ciudad. Al igual que en 1994, pronto tendremos nuevo presidente. Es urgente llegar a acuerdos para el desarrollo nacional. Como parte de estos, el tema urbano-territorial no debe dejarse de lado cuando se toquen inversiones relacionadas con los mismos. Que no pasen otros 20 años, es hora de empezar la obra.

 

*Arquitecto

 

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Martes 13 Febrero, 2018

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