Honrar honra
Gloria Bejarano Almada
Se me solicitó participar en un homenaje que se rendiría en estos días a don Luis Alberto Monge. por razones de fuerza mayor no pude asistir, pero lo hubiera hecho con todo respeto y afecto pues, independientemente de las diferencias políticas que pudiéramos haber tenido, soy de las que creo que honrar honra, y, en el caso concreto de don Luis, nos unía a él una sincera amistad y le guardamos un profundo cariño.
Otro homenaje se celebró recordando la memoria de don Daniel Oduber, a quien no tuve mucha oportunidad de tratar pero que, a través de Rafael Ángel, aprendí a conocer y admirar como un gran político.
Ambos fueron personas que se empeñaron en construir una Costa Rica mejor, es cierto que pudieron haber cometido errores y que muchos pudimos no haber compartido totalmente su visión, pero la verdad es que hay un legado digno de ser reconocido.
No faltará quien busque resaltar sus faltas y se empeñe en creer que estas pueden opacar su legado, pues desgraciadamente es más fácil destruir que construir, es más fácil criticar que hacer, es más, desde la llanura juzgar las decisiones que se toman en niveles a los que es difícil llegar, y en los que por lo general el gobernante y el hombre se encuentra muy solo frente a decisiones que marcan la historia.
Hace unos días, sentada frente al televisor, veía una película sobre un piloto comercial que tomó la decisión de aterrizar en el río Hudson, en Nueva York, cuando perdió los dos motores del jet en el que viajaban más de 100 pasajeros.
A pesar del dramático acuatizaje, nadie salió herido ni perdió la vida. Sin embargo, fue llevado a juicio, pues se consideró que su decisión fue errónea y que había puesto en mayor peligro a las personas cuando decidió no dirigirse a un aeropuerto.
Durante el juicio, los videos de simulación evidenciaban que el piloto debería haber virado hacia un aeropuerto cercano en lugar de bajar el avión en el río en pleno invierno.
Al terminar la exposición de quienes cuestionaban su decisión, el piloto preguntó al jurado cuántas veces habían hecho la simulación antes de que pudieran lograr el aterrizaje tal como lo mostraba el video.
Dieciséis veces, esa fue la respuesta. Dieciséis intentos hizo un experto en una computadora antes de que pudiera ¨aterrizar¨ el avión.
El piloto simplemente dijo: “yo tuve 35 segundos para tomar la decisión, para salvar la vida de todos”. Dicho lo anterior, se reprogramó el simulador en las condiciones que actuó el piloto, e invariablemente el avión se estrelló.
Es muy fácil juzgar a la distancia, con la mente fría y las variables en la mano. Es muy sencillo decir qué hubiera hecho teniendo todo el tiempo para decidir, analizando fríamente el entorno y las circunstancias en que se desarrollaron los eventos. La historia y sus personajes no pueden ser sacados del contexto y del momento en que les tocó vivir, porque es injusto e ingrato.
Es cierto que se cometen errores, todos los cometemos, pero no podemos partir que todo error fue mal intencionado. La vida de todo ser humano está plagada de aciertos y errores y, para juzgar su legado, es necesario ponerlos en una balanza y analizar el momento en el que la persona vivió y las circunstancias que rodearon sus decisiones.
La crítica fácil, la suspicacia y el juzgar sin conocimiento reflejan la pobreza de espíritu de quienes creen que juzgar a otros los hace mejores ante los ojos de los demás. Ser crítico está bien en tanto la crítica sea justa y bien fundamentada, eso robustece la democracia y la perfecciona, pues nos obliga a todos a ser mejores y a tomar mejores decisiones.
Honrar honra, no debe darnos miedo reconocer la valía de otros y a través de sus logros resaltar todo aquello que es positivo, todo aquello que nos ha llevado a la construcción de una nación excepcional, todo aquello que puede inspirar a otros hacer dar lo mejor de sí.
