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Opinión

Para avanzar un gobierno de coalición

Franklin Carvajal B*

A tres meses del día de las elecciones, y en medio de grandes interrogantes sobre quién podría resultar ganador, niveles de abstencionismo y composición del parlamento, sólo hay una creencia compartida, que cada vez se vislumbra como la más posible para candidatos y electores, y es que habrá segunda ronda.

Lo que hasta ahora arrojan las encuestas que van saliendo, opinólogos, medios de comunicación y comentarios callejeros es que no se espera que el propio 4 de febrero alguno de los 13 candidatos a la Presidencia inscritos logre amasar el 40% de los votos, para convertirse en Presidente, y el país deberá esperar por dos meses a la realización de una segunda ronda entre los dos contendientes más votados, para que se defina el proceso más importante de nuestra vida política.

No sería la primera vez que esto ocurra, ni tampoco la última. En lo que va del presente siglo XXI, y con cuatro procesos electorales realizados, en dos ocasiones ha habido que acudir a una segunda ronda para saber quién es el presidente electo. Ello ocurrió en el 2002 y en el 2014. 

De repetirse esa historia, ¿habrá posibilidad de que se desarrollen prácticas más transparentes, democráticas y participativas para alinear los votos de los partidos que no ganaron?

No solamente esto es posible, sino altamente necesario, porque cotidianamente estamos viviendo una realidad política renca, insípida, donde hay ausencia de importantes debates sobre temas de trascendencia nacional, pero también un accionar de los Poderes, particularmente El Ejecutivo y el Legislativo, lento, poco productivo y errático. 

Tómese en cuenta que en la primera ronda electoral queda definida la composición de la Asamblea Legislativa que, en tiempos del multipartidismo como estamos viviendo, eso significa la presencia de muchas fracciones políticas, donde ninguna es mayoritaria. Se trata de minorías, más o menos grandes, pero minorías al fin, como está ocurriendo actualmente. Esto representa un severo revés para el Ejecutivo que debe someter a la votación del Parlamento parte importante de lo que fue su oferta electoral en campaña y lo que será su obra de de Gobierno. Además, en esos estira y encoje por amarrar apoyos se suelen dar negociaciones, verdaderas subastas de votos, en los términos menos edificantes y beneficiosos para la democracia; y la tragicomedia arranca desde el propio 1º de mayo, con la elección del Presidente y demás miembros del Directorio Legislativo.

¿Es reversible está situación? Lo es, y sin necesidad de recurrir a modificaciones legales o constitucionales, que en este país son altamente dificultosas, por no decir imposibles.

Frente a la eventualidad de que nadie gane en la primera ronda y haya dos candidatos con mayor cantidad de votos recibidos, se podría abrir un proceso público de negociación entre ellos, separadamente, y los partidos o candidatos que quedaron en posiciones inferiores, con el propósito de conformar un GOBIERNO DE COALICIÓN, en el sentido de que el nuevo Ejecutivo que inicia funciones el 8 de mayo quede conformado con representantes del partido ganador, pero también de los partidos perdedores que alcanzaron alguna cuota en el parlamento, estableciéndose una relación directa y proporcional entre número de diputados y número de ministros o jerarcas de las autónomas a designar.

Este mecanismo llevaría implícito también que los partidos perdedores que decidan incorporarse a ese gobierno de coalición tendrán derecho a presentar propuestas o proyectos para que sean ejecutados, en consonancia con el número de votos alcanzado en la primera ronda, o el número de diputados que eligieron. Esas propuestas serán aceptadas por el Presidente electo.

Los proyectos del nuevo gobernante y de los partidos coaligados que requieran trámite legislativo no serán obstaculizados por las bancadas de la coalición, pero ello no implica el compromiso de votarlas afirmativamente. La fracción de gobierno y las fracciones de los partidos integrantes del gobierno de coalición tendrán plena libertad de votar de acuerdo a su voluntad. Lo que no podrán es hacer lo que se ha dado en llamar “filibusterismo parlamentario”.

En cuanto a la conformación del gabinete, caso de que el Presidente de la República decida prescindir de un ministro, propuesto por alguno de los partidos coaligados, éstos procederán a proponer otro candidato; es decir, no pierden su cuota de poder.

Ejecutivo pluralista. En estas condiciones, tendríamos un Poder Ejecutivo no monopolizado por un partido político, sino un Poder Ejecutivo pluralista, que refleje la realidad política nacional e impulse iniciativas que fueron sometidas al conocimiento ciudadano durante la campaña electoral, contando con la guía y conducción del candidato que resulte Presidente de la República.

Para impulsar una iniciativa de esta naturaleza no se requiere reformar leyes o la Constitución Política, sino la voluntad de alguno de los candidatos y sus partidos que irán a la segunda ronda, y el interés de los candidatos y partidos perdedores por ser parte de un gobierno y abrirle posibilidades reales de realización o lo que fueron algunas de sus ofertas de campaña más importantes.

En estas condiciones, la negociación política elevaría su calidad, tendría como telón de fondo el debate de asuntos de transcendencia para el país. Por supuesto, ninguno de los partidos que decidan formar parte de ese gobierno, ni sus respectivas bancadas parlamentarias, renunciaría al CONTROL POLITICO sobre la actuación general del Ejecutivo y de sus principales figuras en todas las instancias gubernamentales. Al mismo tiempo, los partidos, manteniendo su total independencia política, y que hoy en día sólo existen unos meses antes de los procesos electorales, tendrían en este escenario razón y obligación de presencia permanente, de proponer y debatir asuntos sustanciales de la realidad nacional.

Cotidianamente sentimos que el esquema político vigente en el país se deteriora con celeridad, los niveles de adhesión de la ciudadanía con el Gobierno de turno y los partidos es muy endeble, y lo mismo ocurre con la participación política de los costarricenses. Hay muchas y muy importantes transformaciones que se deben hacer para remozar esta democracia, volverla interesante y que genere interés y participación. Muchas requieren grandes cambios que los políticos no quieren emprender, y a mucha gente le dan temor. Podríamos empezar con esta propuesta de gobierno de coalición que se puede implementar sólo con la voluntad de un candidato que puede convertirse en Presidente de la República, y quiera gobernar contando con las herramientas y el respaldo necesario para hacerlo bien.

 

*Periodista

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Martes 07 Noviembre, 2017

HORA: 12:00 AM

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