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Opinión

¡Ojo, que las tarjetas no son pan comido!

Editorial

Muchos tenemos tarjetas de crédito por la gran insistencia de las personas que contratan en los bancos precisamente para que cumplan este cometido. De no ser así, no portaríamos ese plástico en nuestros bolsos o billeteras. 

Algunos las tenemos, pero no las usamos, otros, por el contrario, le dan rienda suelta a la compradera como si no hubiera mañana, el problema con eso es que quienes actúan de esta manera no saben cómo se maneja este plástico y luego terminan en problemas financieros, pues claramente no tienen capacidad de pago. 

Entonces empieza el suplicio, porque comienzan las llamadas acosadoras desde tempranas horas de la mañana y hasta casi el momento de dormir. Ante esto, nos preguntamos para qué le dan una tarjeta a personas que no pueden pagar. 

Con respecto a esto de las llamadas, tampoco entendemos por qué, si ya se dijo que estas son acoso, junto con los correos electrónicos y los mensajes de texto, las entidades bancarias siguen haciéndolas.

Tal vez para controlarse ocupan una demanda masiva de los usuarios hartos de ser llamados hasta el cansancio, pues a quién le va a agradar que, de un número privado, lo llamen hasta 15 y 20 veces por día.

Lo peor de todo es que, al parecer, quienes llaman o no entienden o les gusta hacerse los tontos, pues las personas contestan y hacen un acuerdo de pago y minutos después reciben otra llamada de la misma persona o de otro compañero, o sea, ¿será que los bancos aún están en la Edad de Piedra y esto no queda registrado en una base de datos para que dejen de molestar al cliente, o por lo menos que lo apunten en un papel para dejar de importunar?

Si son los mismos bancos los que se embarcan dando dinero a quien no tiene idea de cómo se usan las tarjetas de crédito, ni mucho menos son capaces de hacerles frente a los pagos, pues en muchos casos ni cuentan con nada que les puedan embargar para saldar la deuda…

Lamentablemente, el asunto de las tarjetas es como una bola de nieve, que entre más avanza más grande se hace, y en definitiva se está saliendo de las manos de los ticos, quienes, según el estudio del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC), para abril de este año, acumulaban una cifra de deudas que ascendía a los 1.000 millones de colones. 

A veces suena feo decir que muchos tomamos las tarjetas por hacerles el favor a quienes trabajan en el banco y para que nos dejen de llamar, pues muchos, a pesar de haberles dicho que no nos interesa el servicio, siguen llamando al punto del acoso, tanto así que muchos aceptamos el plástico casi para que nos dejen en paz.

Sin embargo, lo más risible que nos ha pasado a muchos es que nos cobren una multa de por lo menos ¢30 mil tan solo por no usar la tarjeta, o sea, tras de que uno les hace el favor de tomar un servicio que no ocupa o no le interesa, cobran por no utilizarlo.

Es momento de que tomemos el toro por los cuernos y, como personas conscientes, no asumamos una tarjeta si no somos capaces de manejarla, pero, además, si no tenemos capacidad adquisitiva, nada hacemos jugando a que tenemos plata y luego terminamos con el agua hasta el cuello, viendo cómo pagamos. 

Aunque no solo nos hacemos daño a nosotros, sino a nuestra familia, pues muchos han perdido casas, carros y negocios por hacerles frente a estas deudas, de modo que lo ideal es que todos trabajemos y vivamos con el dinero que tenemos en la mano y no con un plástico que nos permite aparentar algo que no somos. 

Hagamos un alto en el camino, pues la cultura consumista nos está llevando a usar estas tarjetas, no nos dejemos deslumbrar por lo que ofrecen los bancos, pues, una vez endeudados, ellos tratarán de recuperar el dinero que nos dieron.

Recordemos que las tarjetas deben ser usadas para emergencias y no para banalidades; este dinero plástico tiene los intereses del mercado, muchos superan el 40%, así que fíjese cuántas veces hay que pagar lo que uno compra.

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Viernes 14 Julio, 2017

HORA: 12:00 AM

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