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Opinión

Elecciones 2018: ¿tragedia o farsa?

Franklin Carvajal B*

Para las elecciones nacionales de 1974, se presentaron ocho candidatos a la Presidencia de la República y en el parlamento se conformaron ocho fracciones legislativas, con las más diversas connotaciones políticas, ideológicas y hasta folclóricas. Resultó electo Presidente Daniel Oduber, candidato del Partido Liberación Nacional, que por primera vez repetía sucesivamente en el poder, después de los cuatro años del gobierno de José Figueres Ferrer.

Entre los candidatos de entonces figuró un individuo totalmente desconocido en la política, G.W. Villalobos, que apareció como dueño de un “instituto politécnico” llamado Puma, donde se impartía desde mecanografía hasta ciencias ocultas, y quien era luchador, paracaidista, buzo, vendedor, y llegaba a los pueblos montado en su yegua llamada gitana. En una ocasión la emprendió a balazos contra la residencia del fugitivo de la justicia norteamericana Robert Vesco, traído al país por el presidente Figueres.

G.W. no fue presidente, por supuesto, pero logró una cantidad de votos que contribuyó a disminuir las posibilidades de la oposición a Oduber, y colocó un diputado en la Asamblea Legislativa de tradición liberacionista.

Años después, en el 2005, el desaparecido periodista Alberto Cañas resumía en una de sus columnas una conversación que tuvo con su amigo y copartidario Daniel Oduber, donde relató los malabares que éste tuvo que hacer para dividir a la oposición y ganar la Presidencia de la República. Desde prestar gente para que firmara actas, movilizar partidarios a los actos públicos de otros, hasta dar contribuciones económicas y más, fueron parte de la artillería que el candidato Oduber empleó para lograr sus propósitos, y que fueron descritos al detalle por Cañas Escalante.

El relato del periodista se dio ya en plena campaña electoral que ganaría Óscar Arias Sánchez, y de la que resultarían ocho bancadas legislativas en el parlamento. Decía en mayo del 2005 Alberto Cañas, ya no como liberacionista, sino como militante del Partido Acción Ciudadana, que tenía la certeza de que, en ese momento, estaba ocurriendo una situación similar a la que le contó Oduber Quirós con respecto al proceso que culminó en febrero del 74.

Yo emplacé a don Alberto para que diera cuentas públicas de las pruebas que tenía para sustentar la afirmación que estaba haciendo, y por varios días, durante mayo y junio del 2005, estuvimos discutiendo públicamente en las páginas del diario La República. Él argumentó que había utilizado la palabra “certeza” en su acepción inglesa, que no significaba “tener pruebas”, yo le respondí que el asunto no era filológico, sino político, y que debía demostrar lo que afirmaba.

Finalmente, Cañas dio por concluido el debate, y las dudas de su “certeza” quedaron flotando sobre el entonces candidato Arias Sánchez, quien finalmente y por segunda ocasión se convirtió en Presidente de la República.

Una vez más, la oposición dividida facilitaba el triunfo de Liberación Nacional.

Tablero. Estamos en vísperas del proceso que culminará en febrero del 2018 y se habla de que habrá al menos ocho candidatos presidenciales y una lista mayor de partidos que buscan colocar sus piezas en el tablero legislativo.

Entre los anunciados y los presuntos hay gente de carrera política y otros venidos de actividades diversas, los llamados “outsider”, donde figura el abogado Juan Diego Castro. Hombre estridente en estrados judiciales, vocifera con frecuencia en medios de comunicación y en su fugaz paso por el Ministerio de Seguridad, en la Administración de Figueres Olsen, dirigió una escuadra de uniformados que montados a caballo se plantaron frente al parlamento exigiendo recursos para la policía.

De la candidatura de Castro ya no cabe ninguna duda, lo que no se sabe es por cuál partido aspirará, aunque eso no significa mayor problema, ya que hacer un partido político en Costa Rica no es tarea difícil, además de que hay muchos de alquiler.

Estamos en una coyuntura de interrogantes importantes para el país, en temas sensibles como forjar mayor desarrollo, disminuir la creciente brecha social, elevar la calidad de nuestra educación y mejorar sustancialmente la prestación de servicios médicos, entre otros.

El ambiente electoral es frío, expresión del creciente desencanto de la población, particularmente las nuevas generaciones, con la política y los políticos. Ni los más osados “analistas” se atreven a vaticinar quién podría ganar las elecciones en febrero; hablando de una eventual “sorpresa”, le apuntan sin decirlo a quien veinte años atrás se plantó en brioso corcel frente a la Asamblea Legislativa.

¿Volverán a darse triquiñuelas similares a las que Daniel Oduber le contó a Alberto Cañas, y que éste años después divulgó por la prensa? ¿Tendremos candidatos montados en bestias, a la usanza de G.W. Villalobos?

La historia suele repetirse, incluso como lo dijo Marx, unas veces como tragedia y otras como farsa.

*Periodista

 

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Martes 30 Mayo, 2017

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