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Opinión

“Bullying laboral”, la ley del silencio

La Ley a su Alcance

Comentario

 

En una globalizada empresa de comidas que tiene varias franquicias en Costa Rica, famosa por sus condenas discriminatorias en Estados Unidos de América, se trató de mejorar la calificación de corporación no discriminatoria que les había costado millones de dólares en las Cortes en Estados Unidos, y subió su tasa de empleo, su oferta, para las grandes minorías, básicamente las de nuestra raza y cultura hispana.

La mayoría de la gente es buena, y los mandos medios de captación de personas, todos nacidos y criados en familias de raigambre estadounidense, compartían esa visión de la vida: que ese gran país es un crisol de nacionalidades, con una innegable cercanía cultural y geográfica con descendientes del alicaído imperio español político. Pero otros, con un importante segmento de gringos que nos ven por debajo del hombro, se encargaron de obstaculizar el desarrollo de la historia, del engranaje comercial exitoso que brinda la gran masa trabajadora y, en casos esporádicos, pero reales, a disminuir el número de empleados no auténticamente gringos, en sus planillas.

Nuestro famélico Código de Trabajo, y las políticas del Ministerio y Trabajo y Seguridad Social, los sindicatos, así como los tratados suscritos con la Organización del Trabajo han estudiado y teorizado sobre el llamado despido encubierto.

Esa figura muestra mil caras para lograr su propósito: el cambio de lugar de trabajo, cambio de tareas, variaciones sorpresivas de los horarios, rebajos por supuestas ausencias o llegadas tardías, la falta de asignaciones de tareas, lo que es una ofensa para un buen trabajador, porque el salario no lo es todo. El buen empleado quiere trabajar, y más si le gusta lo que hace, pero si le quitan acción, lo están poniendo en la palestra ante sus compañeros y jefes que no conocen las brumas que se tejen, para que un empleado decida irse. Nadie lo echó, él renunció.

Volviendo a ese pasado reciente, a los latinos integrantes de los puestos más mal pagados y de mayor esfuerzo público, se les prohibió hablar en español entre ellos. No solo querían imponer el inglés como lengua única, sino incomodar a los hispanohablantes, para que se cansaran del aislamiento y dejaran el puesto botado.

Muchas sinrazones existen para aislar, en este ambiente, a un empleado o grupo de empleados. Porque el jefecito es seguidor de la ideología de la raza superior en Estados Unidos, o porque le falta liderazgo o empatía, porque, al fin y al cabo, al trabajo se va a trabajar, y de paso se pueden hacer amigos o conocidos. Pero lo principal es ganarse el salario honradamente.

Esos mandos medios que tienen una visión distorsionada, de que su autoridad se impone a gritos o en el más absoluto silencio, a la corta perjudica la máquina empresarial, la cooperación, la excelente comunicación que un capital invertido merece, y a la larga, quien usa tácticas inconfesables, como la ley del silencio, en contra de un grupo de trabajadores, puede resultar en una falta grave.

Esta vieja y variada modalidad de despido encubierto, y ahora “bullying laboral”, que se dio por sinrazones culturales en el norte, muestran que la humanidad avanza, porque esas empresas y funcionarios fueron sancionados por conductas tan sutiles como dañinas, para mejorar. Pero algunas personas son lo que son, esperando montarse en el tren de lo correcto, o ser atropellados por el último vagón.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Lunes 22 Mayo, 2017

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Lic. Gerardo Morales

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