Para volver a confiar …
Gloria Bejarano Almada
Está visto que el pueblo no confía más en los políticos… no importa de dónde se venga, izquierda o derecha, empresa o academia, oligarquía o pueblo, sindicato, cooperativa, ONG, iglesia…al momento de participar en política tu reputación y tu nombre ya está en duda y como si fuera una maldición, las persona que entran al “oscuro mundo de la política, corren el riesgo de ser desacreditadas automáticamente. Quienes no entran, por temor o comodidad, cuestionan a quienes sí lo hacen convencidos que “seguramente andarán tras algo”, otros simplemente buscan difamar para crear caos, desesperanza y crisis.
Por otro lado, hay sectores que creen tener la sacrosanta misión de descubrir el mal en otros, especialmente en los políticos, pues para ellos “todo político es culpable hasta que pruebe lo contrario”. La ciudadanía está convencida de ello y, además, que existe “mala fe en el ejercicio de la función pública” pues los políticos y funcionarios van, expresamente, con la intención que las cosas no funcionen, que todo fracase y que se pierda el dinero en proyectos fallidos, aunque comprometa su nombre y su honorabilidad.
Con el fin de poner coto a esta situación y establecer no solo mecanismos de control sino sistemas que hagan que su actuación sea transparentada políticos y funcionarios, han ido creando protocolos, requisitos, evaluaciones, auditorías, leyes y un sinfín de procedimientos y trámites que garanticen la probidad de quienes tienen la responsabilidad de gobernar, sin darse cuenta que han construido un monumento a la ineficiencia y el entrabamiento. Un edificio normativo que tiene al país en un estado de inoperancia nunca antes visto.
Si, hemos caído en un círculo vicioso del cual no podemos salir, pues toda persona que llegue a gobernar se encontrará con las manos atadas, su honestidad estará en duda, será duramente juzgado y por más buenas intenciones o capacidades que tenga el sistema frenará su accionar.
Las instituciones contraloras, a su vez, están desbordadas en sus funciones, los ministerios han perdido su rectoría, la cantidad de instancias paralelas creadas para tener mayor “control” han provocado un desorden administrativo y las autoridades carecen de poder, su mandato es débil, confuso y cualquier funcionario de tercer nivel puede parar una obra nacional con solo manifestar una duda sobre el proyecto. Esto sin entrar a analizar, entre otros problemas, el traslape que existe entre los Poderes de la República.
La campaña electoral se avecina y creo que sería más provechoso para la ciudadanía escuchar de los candidatos propuestas que aborden el verdadero problema que enfrentamos: cómo vamos a resolver la parálisis institucional que estamos viviendo y cómo vamos a simplificar el sistema sin que este se vuelva permeable a la corrupción.
A la ciudadanía no le interesa cual candidato se ha equivocado más veces, sino cual ofrece una visión positiva, un Estado eficiente, transparente y capaz de volver a poner a Costa Rica en el mapa del progreso y la vanguardia.
El país no aguanta más propuestas aisladas u ocurrencias, el país necesita que en la campaña todos los partidos presenten su programa de gobierno y que, a la luz del diálogo, estos puedan dar forma a un programa de consenso el cual todos se comprometan a respetar, así de simple, sobre la mesa, sin sospechas, ni espacios para la duda o el contubernio.
Puede sonar utópico, pero ya no se trata de imponer criterios o ideologías, sino de buscar soluciones en conjunto para que el gobierno en turno pueda construir infraestructura, pueda aprovechar los préstamos que tenemos estancados; para que las pequeñas empresas puedan florecer sin tener que pasar por un calvario de trámites; para que el país sea atractivo a nuevas inversiones; para que los emprendedores tengan facilidades para exportar sus productos; para que la ciencia no se vea frenada; para que la educación sea verdaderamente una prioridad; para que la cultura deje de estar relegada, para que el Seguro Social no desaparezca….para que los ticos volvamos a creer que es posible confiar en nuestros líderes.
