El tiempo
José Calvo
El tiempo es muy relativo; pasa más lento en nuestra juventud que en nuestra vejez. En la vejez pasa muy pronto. Si la ciencia puede prolongar la vida bastante, un año parecerá un mes, o un día. Perdería la gracia, porque la naturaleza “sabe mejor”.
Venimos al mundo con un tiempo determinado en el que podemos hacer algunos movimientos (digamos unas piruetas), y cuando se nos acaba la cuerda, el tiempo se nos acaba, y se nos acaba también el movimiento. Lo que nos lleva a pensar si tiempo y movimiento no serán la misma cosa: porque cuando se nos acaba el tiempo, se nos acaba también el movimiento.
El problema con el mundo que va a venir, donde todo el mundo tendrá una entrada mínima garantizada, será qué hacer con el tiempo, y es posible que la renta mínima la entregará el Estado solo a quienes puedan dedicar su tiempo libre a alguna actividad constructiva; por eso veremos un auge de los servicios, que serán principalmente ayudar al prójimo a cruzar la calle, a bailar y cantar, pintar la casa, manejar la computadora, votar la basura, mantener su puesto en la fila, aprender a tocar un instrumento.
Quienes hayan podido pagar para prolongar la vida, comprenderán la razón de la naturaleza para poner fin a su duración, y pedirán un “tiempo de morir”.
El tiempo es una dimensión, igual que el largo y el ancho, y seguramente cuando morimos y el tiempo se detiene, nos daremos cuenta de que el tiempo era una cuestión de percepción personal, y que “la flecha del tiempo” no viaja ni para adelante ni para atrás. Y que se detiene.
Todo pasa. Todo se acaba. Esa es una característica del tiempo. Cuando nos pregunten qué se hizo aquel, o aquella, podemos decir que se las llevó el tiempo. Si decimos que “todo tiempo pasado fue mejor”, debemos entender que entonces éramos más jóvenes, el tiempo transcurría más lentamente, y ofrecía muchas esperanzas en el futuro.
El recuerdo del tiempo pasado hace posible el aprendizaje y la cultura, que hasta donde sabemos es una condición exclusivamente humana. Y aunque los gurúes nos dicen que hay que vivir en el presente, es a ese recuerdo que le debemos nuestra condición.
Y ese recuerdo nos dice que el pasado era mejor, cuando todavía no nos habíamos encontrado con los recuerdos, con “todas esas pequeñas cosas/ que nos dejó un tiempo de rosas/ en un rincón, en un cajón, o en un papel”.