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Opinión

Nuevo amanecer

Juan Luis Mendoza

Me refiero al comienzo de lo que se conoce en Jesús como su “vida pública”. En efecto, llegada la hora de hacerlo, deja Nazaret y se encamina al lugar donde supone que Juan está bautizando. Pero no está allí y le informan que se ha desplazado con sus discípulos y seguidores a la orilla izquierda del Jordán, a la localidad llamada Bethania, en el territorio de Perea, jurisdicción de Herodes Antipas. Cuando Juan lo ve llegar explota con la memorable exclamación: “He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1, 29). Que es tanto como decir que en Israel se han degollado por miles corderos para expiar las demasías del pueblo pero que ahí está el Cordero único que tomará sobre sí las maldades del ser humano y, con su inmolación saldará las deudas y satisfará de una vez para siempre los pecados de la humanidad.

No hay duda que según Juan el Bautista, Jesús, el Pobre de Nazaret, es el siervo de Yahvé, la imagen que ha concebido, madurado y asumido en el desierto sobre el carácter y la figura del mesianismo que está llamado a encarnar. Suponiendo que Jesús fue discípulo de Juan, ¿cuánto tiempo permanecería con él? El otro Juan, el evangelista, pone en este periodo la narración de incorporación y seguimiento de los cinco primeros discípulos, que lo han sido antes del Bautista. Puede usted leer Juan 2, 35-51. Los anteriores seguidores de Juan el Bautista que han buscado desesperadamente a un conductor mesiánico de su propia región de Galilea, después de escuchar que es Jesús “el que debía venir”, lo siguen ciegamente como al Mesías prometido.

A propósito, advierte el padre Larrañaga: “No cabe duda, sin embargo, de que, en esta efusión de los cinco primeros discípulos, comenzaba a escucharse el preludio de la sinfonía trágica del Pobre de Nazaret; porque la palabra Mesías, en la boca y en la mente de sus discípulos, tenía resonancias exclusivamente político-militares, y concretamente anti-romanas; de manera que, cuando se comunicaban unos a otros tan alborozadamente ‘hemos encontrado al Mesías’, estaban proyectando sobre Jesús sus propios sueños terrenos. Nos preguntamos: ¿por qué Jesús no rectificó desde el primer momento aquellas delirantes fantasías? No lo sabemos. Tal vez el Pobre calculaba que, durante el discipulado, se irían modificando paulatinamente aquellos pre-conceptos”.

Lo cierto es que, a semejanza del Bautista, también Jesús ve la conveniencia de agrupar a su alrededor y formar a algunos discípulos que un día envíe a transmitir su mensaje. Por otra parte, en estos momentos Jesús ejerce ya un notable protagonismo en el grupo de los seguidores de Juan para bien y para mal del mismo modo. “¿Por qué para mal?”, se pregunta el autor inmediatamente citado, y al constatar la hostilidad que muy pronto rodea a Jesús por parte de las autoridades de Israel, se explica así: “La clave de toda esta conspiración en torno a Jesús está aquí, y es la siguiente. La fama de Juan había llegado a Jerusalén: las noticias sobre el impacto que causaba en las gentes, las multitudes que arrastraba al desierto, inquietaron profundamente a las autoridades de Jerusalén, y pensaron que había llegado la hora de enfrentar la situación. Temían que esta fanática efervescencia derivara en una rebelión anti-romana. En esta hipótesis, el procurador Pilatos, según su costumbre, reprimiría a sangre y fuego cualquier brote e insurrección, y, de rebote, podría revocar los amplios privilegios que Roma había otorgado al Sanhedrín, y particularmente a los fariseos y saduceos. Esta perspectiva los hacía temblar. Además, estaban informados de que, entre los seguidores de Juan, había numerosos galileos, y, entre ellos, sin duda, grupos de zelotes que eran ardientes luchadores, tanto en la causa religiosa como en la política anti-romana”.

El asunto lo amerita, hay que aclarar la situación. Por lo mismo las autoridades de Jerusalén envían sacerdotes y levitas a entrevistarse con Juan el Bautista que niega reiterada y firmemente que sea el Mesías. Y sí acepta e igualmente afirma que detrás de él viene el Esperado, del que se considera su precursor. Usted puede leer en Juan 1, 19-28, todo lo referente al tema. El mismo padre Larrañaga concluye: “Evidentemente, los inquisidores averiguaron el nombre del tal Esperado, que ya estaba presente, y, sin duda, llegaron a enterarse de la identidad de Jesús. De esta manera, de regreso a Jerusalén, al dar el informe completo a las autoridades, la comisión investigadora ya llevaba en su carpeta el nombre de Jesús. Esta es la clave de todo. Así, pues, desde el primer instante, al iniciar Jesús su aventura apostólica, ya estaba bajo la mirada inquisitoria de las autoridades religiosas de la nación”.

Ahora toca acompañar a los cinco primeros discípulos de Jesús que se dirigen a Galilea, concretamente a orillas del lago de Genezaret. Y aquí lo dejamos en su trabajo de reclutar discípulos y formadores.

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Sábado 25 Marzo, 2017

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