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Opinión

Jesús, ¿discípulo de Juan?

Juan Luis Mendoza

Es la pregunta que se hace el Padre Larrañaga y nos podemos hacer nosotros. Ante todo y a la luz del Evangelio, observamos que entre el montón de gente que busca al Bautista en el Jordán destaca un grupo que muestra una mayor y decidida adhesión a su seguimiento dentro de una suficiente estructura y estabilidad entorno a ciertas obligaciones como la penitencia, el ayuno y la oración, y que puede considerarse como un verdadero discipulado. Según Juan 1,28, Jesús debió formar, por un tiempo, parte de esa comunidad al otro lado del Jordán, en la región de Perea.

Después y según nota el autor más arriba citado, “Jesús se habría separado de esta comunidad, arrastrando consigo a varios discípulos de Juan, que, abandonando su discipulado, se habrían incorporado al grupo incipiente de Jesús. En este sentido, el Cuarto Evangelio nos transmite una escena pintoresca, llena de colorido. Eran como las cuatro de la tarde. Estaba el Bautizador en un altozano con dos de sus discípulos cuando divisaron, a lo lejos, la silueta solitaria de Jesús, que pasaba por allí. Juan, emocionado, y señalándolo con el dedo, les dijo: “aquél, aquél es el Enviado de quien les hablaba, el Cordero de Dios. Los discípulos quedaron tan impresionados que, sin pedir autorización ni dar disculpas, se levantaron, se fueron detrás de Jesús, y se quedaron con él. Uno de estos discípulos, Andrés, comunicó la noticia a su hermano Pedro, el cual, a su vez, también lo siguió” (Juan 1,35-50).

Todo ello denota el enorme atractivo que debió ejercer Jesús sobre los discípulos de Juan que no dudan en seguirlo.

No sabemos en qué momento Jesús y Juan se separan y emprenden distintos derroteros, sin duda debido a una no coincidencia en la mentalidad y vivencia del Reino de Dios, aunque el pueblo los siguió considerando íntimamente unidos entre sí durante un buen tiempo más. En ese sentido, se comprende que el propio Jesús siguiera en su vida y actividad anunciando la penitencia y el bautismo hasta el encarcelamiento de Juan. Después y sin dejar del todo ese mismo plan, Jesús inaugura su ministerio en Galilea con un programa independiente y un mensaje enteramente original: “Después de que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios. El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Nueva” (Marcos 1,14-15).

A propósito, escribe el Padre Larrañaga: “Ya no hay baño de agua como signo y garantía de salvación ante la inminencia del juicio. El bautismo poca importancia tuvo en el proyecto histórico de Jesús, así como no la tuvo el fuego del juicio inminente. La nueva señal, en su programa, será la cercanía de Dios, la acogida a los pecadores y la liberación de los pobres y enfermos. A pesar de marcar Jesús, de una manera tan resuelta, las distancias y los perfiles respecto de Juan, nunca negó ni disimuló su conexión con el Bautizador. En todo caso, el profeta del desierto fue esfumándose paulatinamente, mientras ascendía rápidamente la estrella de Jesús en el firmamento del Reino (Mateo 11,9), según la conmovedora declaración de Juan: “Es necesario que yo disminuya, para que él crezca” (Juan 3,30). 

El mismo autor concluye: “Analizando los textos evangélicos, podríamos imaginar y trazar, como hipótesis, la trayectoria evolutiva del programa evangelizador de Jesús: en los días de su juventud, el Pobre de Nazaret, partiendo de la meditación de la Palabra y de sus vivencias personales, habría ido gestando silenciosamente en su corazón firmes intuiciones y elevados ideales, un esquema básico de ideas, y, probablemente, esbozando un proyecto evangelizador”. Y añade: “Por otra parte, el ejemplo de Juan, un hombre que, saliéndose de las estructuras y jerarquías de una religión organizada, se lanza solitaria e independientemente a promover el Reino de Dios con un estilo, ideas y programas enteramente originales, debió despertar, estimular y dar alas a Jesús para lanzarse, también él, a anunciar su mensaje con una novedad definitiva en cuanto al contenido y la forma.

Finalmente, este plan general habría sido asumido afectivamente, consolidado y confirmado en los cuarenta días de retiro en el desierto de Judá”.

A partir de ahora todo cambia en la vida y misión de Jesús. Lo veremos en próximas entregas, Dios mediante.

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Sábado 25 Febrero, 2017

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