Aprender para no repetir, educar para no castigar
Gloria Bejarano Almada
El Museo Penitenciario abrirá sus puertas a partir este jueves en la Antigua Penitenciaría Central. Tras 10 años de exhaustiva investigación se logró rescatar la historia del antiguo penal, de sus actores, de su abandono y su reconstrucción.
Historiadores, sociólogos, antropólogos e investigadores, se dieron a la tarea de buscar documentos y escritos que nos permitieran recuperar la historia, desgraciadamente los primeros años fueron de infructuosa búsqueda, la mayor parte de los documentos existentes habían sido quemados durante el motín de 1979, en el que los archivos del penal fueron incendiados.
Así las cosas, se optó por localizar tanto a los internos como a las autoridades que habían tenido relación con “La Peni”, para que fueran ellos, con sus testimonios y relatos, los que dieran vida a la historia. La búsqueda duró años y durante este tiempo aparecieron otros actores que también tenían algo que decir: los vecinos que sufrieron las fugas y los motines, los familiares que visitaban a los internos, los policías que contuvieron las revueltas, los estudiantes de derecho que prestaban su servicio social en los Consultorios Jurídicos, los sacerdotes que atendían las necesidades espirituales de los privados, el guerrillero que permaneció aislado por un tiempo, los presos políticos del 48 así como el inocente al que se le acusó injustamente de robar a la Virgen de los Ángeles .
La historia de la Penitenciaría, sin embargo, abarca mucho más que relatos puntuales que nos hablan del funcionamiento de una cárcel, de sus constantes violaciones a Derechos Humanos, de los cruentos asesinatos que ahí se perpetraron, de las pandillas que gobernaron al interior del penal o el hacinamiento en el que vivían cientos de seres humanos.
La historia del penal está íntimamente unida a la Historia de Costa Rica, en la que podemos descubrir gobernantes visionarios que en el Siglo XIX se preocupan por construir una cárcel modelo con el fin de lograr la reincorporación de quienes infringían la ley, a la sociedad como personas útiles y moralmente solventes. La historia también nos muestra la degradación que sufrió la cárcel y cómo los ideales de sus fundadores se perdieron en el hacinamiento, en la violación de Derechos Humanos, en el encarcelamiento de presos de políticos, también de inocentes, de mujeres, de niños que sufrieron lo indecible en este lugar.
Empero, el Museo Penitenciario tiene un objetivo más, además de contar su historia para no repetir sus errores.
El Museo Penitenciario busca convertirse en un espacio de reflexión en el que el visitante pueda confrontar su posición con relación a los Derechos Humanos y el funcionamiento de nuestro sistema jurídico. El usuario podrá meditar sobre el criterio que le merecen las penas impuestas por los diferentes delitos y la forma como el mismo acata las disposiciones legales y si considera que las llamadas penas alternas pueden ser la respuesta al hacinamiento y rehabilitación de las personas.
Las cárceles hoy por hoy, son escuelas del crimen, no muy diferentes a lo que fue la temida Penitenciaría Central, el número de leyes ha llegado a una proporción descomunal de casi 20.000 leyes vigentes y seguimos promulgando más, con penas más severas y la intención de llevar más personas al confinamiento, y por tanto construir más cárceles, sin darnos cuenta que ahí no está la solución. La solución está en construir una cultura de respeto a la ley y a la autoridad, y eso empieza por uno mismo.
Esa es la tarea que nos hemos propuesto desarrollar desde el Museo Penitenciario, un ejercicio que nos convoque a ser mejores ciudadanos y a través de talleres y charlas dirigidos a niños y jóvenes, contribuir a la construcción de una nueva cultura de respeto, de apego a la ley, de responsabilidad como futuros ciudadanos.
El Museo de los Niños se concibió con la certeza de que educando al niño no se tendría que castigar al hombre, hoy reafirmamos esa convicción.
