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Opinión

No permitamos que nos alcance la violencia

Gloria Bejarano Almada

Con verdadera consternación vi un resumen noticioso de tres eventos de violencia en México, un atentado en Playa del Carmen, en un festival de música con un saldo de 5 muertos, disparos contra una Fiscalía con saldo de varios muertos y el atentado de niño contra su maestra y compañeros en Monterrey, en el que se cuentan un muerto y varios heridos de gravedad.

Sintonicé entonces un noticiero nacional con la esperanza de que en Costa Rica no vivimos esos grados de violencia.

Un video y la voz del presentador me ubican en una dolorosa realidad: cinco personas fueron encontradas degolladas en un inmueble y una mujer se debate entre la vida y la muerte; un pulpero fue asesinado en su local durante un robo; recientemente se dio cuenta de ajusticiamientos, captura de sicarios, narcotraficantes y capos refugiados en nuestro país.

Hasta el día de hoy, no hemos vivido un episodio como el de Monterrey o tantos otros asesinatos similares cometidos los Estados Unidos, pero ¿estamos a salvo de un evento de esta naturaleza? Quisiera pensar que sí, pero la evidencia me dice lo contrario, que muchas de estas conductas delictivas no ocurrían en Costa Rica.

Un panel de analistas mencionaba las circunstancias que pueden llevar a un joven a cometer un atentado, desde el acceso a las armas hasta la violencia intrafamiliar, pasando por el abandono emocional y afectivo en que viven muchos niños y jóvenes. Porque no se trata solo de revisar sus bultos o sus celulares sino de revisar emociones, conductas, comportamientos dentro y fuera del hogar y para eso hay que dedicar tiempo.

Los padres, los abuelos, los tíos debemos sentarnos hablar con nuestros niños y jóvenes; nos quejamos que las nuevas generaciones no se comunican, pero ¿hemos creado los espacios y las condiciones para dialogar con ellos? Y digo dialogar porque no se trata simplemente de hablar, de imponer reglas, de llamar la atención, de sermonear. Se trata de crear vínculos, canales de comunicación y confianza que nos permitan detectar aquellas señales de alarma cuando algo está mal.

De acuerdo con los expertos, estos episodios de violencia no surgen de un momento a otro, las señales están ahí, solo que no las vemos, las ignoramos o les damos poca importancia diciéndonos que son cosas de la edad o que ya pasarán. Todos los muchachos viven episodios de tristeza, desilusión y hasta depresión, pero cuando estas conductas se prolongan y muestran señales de enojo permanente, depresión, soledad, aislamiento, maltrato de animales acompañados de una actitud desafiante, hay que poner atención, estar presentes en sus vidas y prepararse para pedir ayuda. 

Las redes sociales, por su parte, representan también un peligro; no pueden ser satanizadas ni prohibidas en un mundo en el que la tecnología está al alcance de las nuevas generaciones, pero sí debemos estar atentos al uso y los espacios por los que navegan los jóvenes para advertir y guiar. La presencia de grupos autonominados “autistas”, en los que los niños entre 10 y 18 años se enrolan a través de los video juegos, promueven la violencia aprovechando la participación de jóvenes solitarios que descargan su frustración y enojo usando un “lenguaje” creado por ellos. Los “Illumitati”, los del Clan Hulk” y otros editan videos reales, les agregan música de videojuegos y muestran la muerte de personas reales como parte del juego. Los jóvenes usuarios lo interpretan como una broma. Se siembra la confusión y se desdibuja la línea entre lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, de ahí el peligro al que se ven expuestos.

Aún estamos a tiempo, no dejemos que la violencia alcance nuestros hogares, nuestras escuelas y colegios, nuestro país. Ayudemos a desterrar la cultura de violencia que se ha venido asentando en nuestra tierra inculcando valores, siendo más tolerantes y respetuosos, pero, sobre todo, dedicando tiempo a la formación de nuestros hijos.

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Sábado 21 Enero, 2017

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