Irrealidad Virtual
Junior Aguirre Gorgona*
Vivimos en la era digital y la mayoría de la información que consumimos proviene de la web, ya se acabó aquel tiempo donde había que esperar el noticiero del mediodía para enterarnos del acontecer nacional e internacional, o en el que los Chasquis del imperio Inca corrían en su red de caminos con más de 16 mil kilómetros para comunicar el imperio. El internet y las redes sociales nos han empoderado, para bien o para mal, de información instantánea, a un click de distancia, basta con tener una cuenta de Facebook o conexión a internet para darnos por enterados de las bombas que estallaron en Siria, o quién encabeza las encuestas de una contienda electoral, casi a tiempo real.
Hoy, el que maneja la información controla los hilos del mundo. No, no se trata de una conspiración reptiliana, o una invasión alienígena, nuestra información es la fuente de riqueza y poder del mundo moderno: Amazon, Google, Facebook, WhatsApp y demás megacompañías, saben que nuestra información genera réditos que se convierten en dólares y en acciones para sus arcas. Así es el mundo, y así voluntariamente nos hemos sumado. Ya años atrás, de manera profética George Orwell en su novela 1984 tenía claro que “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.
Pero regresando al tema que nos convoca, ¿cuáles son los riesgos de que la diseminación de la información sea de fácil manejo y amplia difusión? Huelga aclarar que este artículo, no pretende censurar o jerarquizar quién o quiénes detentan la información, este -el acceso a la información- es un derecho inalienable de todos, pero es un deber moral manejarla responsablemente.
Si Josep Goebbels hubiese vivido en nuestra época, quizá su frase célebre “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad” tendría una variante semejante a “Un link compartido mil veces termina siendo tomado como real”. Todos los días recibimos un aluvión de imágenes con contenido falso que nos invita a salvar con likes a un niño lleno de tumores o alimentar a los hambrientos de África; videos promoviendo recetas que curan el cáncer; enlaces de información con contenido falso que tienen miles de shares; links que afirman que en Cuba encontraron la cura al sida y la leucemia; y la lista sigue en aumento. Una vez difundida esta “verdad” se vuelve toda una odisea tratar de limpiar el daño infligido contra la persona, institución u organización; o tratar de esclarecer que las imágenes de asesinatos masivos achacados a un país, son de naciones vecinas y que no se trata de una guerra de exterminio o un genocidio en boga.
El problema con la información falsa o alterada radica en las manos del que cae, es así que el ocioso por lo tanto prefiere la comodidad de dar click en un link que le muestra una realidad alterada, que el esfuerzo significativo que supone realizar una investigación exhaustiva que lo confronte con los mitos que pululan en su mente. Una mentira difundida con un encabezado y un título sugestivo provoca más daño que un incendio en la sede de una compañía, y si esta llega en las manos del ocioso, rápidamente se -como es la palabra reina de la modernidad- viraliza. Una imagen alterada que dé pie a una mala interpretación puede costar la reputación y el buen nombre de quien se le asigne, luchar para probar su inocencia es el camino que muchos recorren hoy; los que son víctimas de este flagelo, sean países, personas o instituciones; pasan una vida entera cargando con una etiqueta que inició un rumor en la red y terminó tomado como verdad.
*Profesor de Estudios Sociales
y Educación Cívica
