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Opinión

Luis Alberto Monge: maestro

Guillermo E. Zúñiga Chaves

Abarcar la trayectoria de Don Luis Alberto Monge es imposible en un corto comentario. Señalar todo lo que le aportó al país, sería pretensioso. La noticia de su muerte provoca reflexiones sobre el hombre, el consejero, el amigo, el presidente, el político, el maestro. Porque es inevitable recordar a Don Luis en todas esas dimensiones.

Empezó su gobierno con una situación económica realmente complicada. Cuando los costarricenses le dimos el mandato, se puso a hacer su trabajo. No gastó tiempo en buscar si había arcas, vacías o llenas, o si la finca estaba muy encharralada, o a decir que no sabía cómo estaban la cosas, majaderías que hoy se han puesto de moda. Enfrentó la situación con decisión y sabiduría, pues para eso había ido a pedir los votos por todo el país. 

Sobre el manejo de esta crisis, en la entrevista que publica Diario Extra el jueves de esta semana, dice: “Yo sentí miedo de que el pueblo no me ayudara porque si era así, no podíamos salir adelante”. Qué lección política: el apoyo del pueblo es lo que legitima las acciones de gobierno. Se gobierna siempre pensando en el pueblo. Porque las decisiones que se tomaron en aquel momento no fueron fáciles y algunas fueron muy dolorosas. Si el pueblo las entiende, el pueblo confía, acepta el sacrificio y apoya. Esto se dice todo el tiempo; pero no todos lo practican y menos, lo logran. 

En esas declaraciones reconoce que un presidente también siente miedo ante las circunstancias que se le presentan. Es el hombre humilde el que está hablando, característica que todos le reconocimos a Don Luis Alberto. Pero él va más allá: “un presidente que cree que lo sabe todo es un peligro para cualquier país. Yo tenía claro que tenía carencias y debilidades, por eso busqué gente que me complementara y tuve un equipo maravilloso”. Difícilmente un político hoy en día acepte que tiene debilidades. Es más, las circunstancias cada vez más lo obligan a ser un “todólogo”; es decir se espera que sepa de todo. Pero además Don Luis Alberto tiene la hidalguía para reconocer que sus logros de gobierno, no se le deben atribuir solo a él, aunque le tocara tomar las decisiones definitivas; sino que su equipo le complementó y le ayudó.

Me conmovió escucharlo decir que no había ido a la universidad. Al fin de cuentas no le hizo falta. Lo compensó permitiendo con su trabajo político, que muchos otros muchachos sí pudieran asistir a las aulas universitarias y de esta forma construirse una vida digna. 

La educación política también fue su preocupación. Fue fundador de la Cedal, que en una época fue la fragua donde elsemillero de jóvenes se formaron para la acción política consciente. Porque los recambios generacionales en la política se programan, se diseñan; no se improvisan. 

Le escuché muchas veces llamar a la actividad política como la “jungla de la política”. Decía que en esa jungla se corre el riesgo de endurecer los corazones de los participantes, de volverlos insensibles. Y eso hay que evitarlo. En esa entrevista dice que “yo no tengo odio, ni rencor, ni envidia, porque esos sentimientos le hacen daño al que los siente”. Esto refleja ese espíritu superior que debemos emular.

Esa actitud hacia la política la complementa con esta otra frase: “Al país no le conviene que ningún gobierno salga mal porque las consecuencias las pagamos todos, sin importar la clase social, ni el sector al que pertenezcamos ni el partido en el que militemos”. Esto se repite con facilidad, pero no siempre se practica. Consejos de gran actualidad, para que transformemos la vida política nacional en un espacio de construcción a base de propuestas, y no un campo minado de bajadas de piso, ataques de todo tipo, obstrucción permanente y confrontación vacía. 

Don Luis Alberto fue un referente en temas de la socialdemocracia. Nos dio sus criterios, su enfoque y permitió aclaraciones, ampliaciones y objeciones. Fue un generoso consejero, cuando lo busqué.

 Descanse en paz Don Luis Alberto.

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Sábado 03 Diciembre, 2016

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