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Opinión

COREA: SIEMPRE EN MI CORAZÓN

Javier Sancho Bonilla*

En 1974, poco después de mi ingreso al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto fui convocado por el entonces viceministro Doctor Víctor Hugo Román Jara, para que atendiera los asuntos del Departamento de Asia, África y Oceanía en la Dirección General de Política Exterior, con el encargo especial de ayudar al nuevo representante diplomático de la República de Corea a instalarse en nuestro país. Hasta entonces, la representación coreana en San José recaía en su embajador residente en la ciudad de México, así como también desde hacía algunos años atrás, de forma honoraria, el distinguido jurista Harry Zurcher tenía a su cargo el consulado de ese país. Días después el vicecanciller me convocó a su despacho, donde estaba acompañado por dos diplomáticos coreanos: Bok Hyung Lee y Bae Jim, quienes luego de los saludos formales nos explicaron el interés de alquilar una sede para la nueva cancillería coreana en el país, además de la residencia del jefe de misión. Desde ese momento, como por un encanto especial, mi relación con la República de Corea, la tierra “de la calma matutina” me cautivó, sin soñar siquiera que años después tendría el alto honor de representar a Costa Rica en Seúl.

Luego de ver varios inmuebles, la embajada se instaló detrás de la Iglesia de La Soledad, muy cerca al Mercado de Artesanía y el embajador fijó su residencia en el país en San Francisco de Calle Blancos. Era una época difícil para la diplomacia coreana, con un gobierno férreo encabezado por el presidente Park Chun Hee que debía enfrentar fuertes tensiones producto de la guerra fría. En Costa Rica ciertos sectores de izquierda apoyaban al líder norcoreano Kim Il Sung, en una política de sumar adeptos en América Latina. Los diplomáticos coreanos trabajaban sin descanso en la promoción de su país, organizando actividades culturales, relacionándose con todos los sectores de la sociedad costarricense, dándose a conocer cada vez más en al ámbito nacional. Los frutos de este esfuerzo de Lee y Bae, llegaron incluso a crear la Asociación de Amistad Costa Rica - Corea, donde figuraban distinguidos periodistas de medios nacionales, como Bosco Valverde, Danilo Arias, Hubert Solano y William Céspedes. Se aumentó la cooperación técnica a Costa Rica mediante becas de estudio en diversas disciplinas, donación de equipos de alta tecnología y la promoción de inversiones coreanas en el país. El nombre de la República de Corea fue calando aún más en los costarricenses; ya no era solamente el lejano país asiático recordado por la guerra que años atrás había destrozado sus entrañas bajo el bombardeo enemigo. Era la Corea fuerte, y trabajadora cuyos hijos resurgían de las cenizas del combate. Este ejemplo de dignidad y de servicio por el país, se gravó en mi joven corazón y se mantiene hasta el día de hoy, ya retirado de mi carrera diplomática.

Años después, en 1978, tuve la oportunidad de visitar por vez primera ese país y me sorprendió la pujanza coreana, y desde el Aeropuerto Internacional de Kimpo donde desembarqué, fui admirando el desarrollo de este noble pueblo. Aún se mantenía el toque de queda y los ejercicios militares sin aviso previo de evacuación. La disciplina del coreano se manifestaba en todas sus acciones; la puntualidad, el respeto, la organización, eran ejemplares. Regresé impresionado de esta visita a Seúl, donde ya Costa Rica había abierto una pequeña embajada en el gobierno del presidente Rodrigo Carazo, a cargo del Doctor Óscar Maroto Lizano quien junto con Guatemala eran los únicos diplomáticos centroamericanos residentes en Corea.

Volví a Seúl en 1981 a la toma de posesión del presidente Chun Doo Hwan, como miembro de la delegación oficial que encabezó el entonces ministro de la Presidencia José Rafael Cordero Croceri y el embajador concurrente para Corea Jaime Botey Brenes, residente entonces en Japón. En 1983, se produjo el atentado terrorista dirigido por Corea del Norte en la ciudad de Yangoon, Birmania, hoy Unión de Myanmar, donde murieron altos dignatarios coreanos. El entonces presidente Luis Alberto Monge y su canciller Carlos José Gutiérrez no dudaron en romper relaciones con el tirano asiático, lo que se mantiene hasta al día de hoy.

Para 1987, el presidente Óscar Arias Sánchez y el canciller Rodrigo Madrigal Nieto me confirieron el honor de designarme embajador en la República de Corea, donde viajé con mi familia pocos meses antes de los Juegos Olímpicos. Presenté mis credenciales al presidente Roh Tae Woo, quien en la ceremonia celebrada en el Palacio de Chong Wa Dae me expresó su admiración y aprecio sincero por Costa Rica. Poco tiempo después se me informó de la llegada de la delegación costarricense para las Olimpiadas, dentro de la cual llegaron periodistas como Jorge Umaña de Diario Extra y Gaetano “Tano” Pandolfo de La República, quienes se alojaron en la residencia a falta de hoteles en Seúl. Recibíamos a diario noticias desde Costa Rica, gracias al viejo télex operado por don Lalo en la Casa Amarilla y luego gracias al aporte de Cinde, tuvimos el primer fax en la sede diplomática. En esa época me correspondió la llegada de empresas coreanas a Costa Rica y facilitarles su instalación en el Parque Industrial de Cartago y en Turrialba, generando cientos de empleos para obreros y técnicos costarricenses.

Durante mis tres años de permanencia en Seúl recibí a distinguidos costarricenses como el expresidente Mario Echandi Jiménez, muy querido en Corea por haber sido quien estableció en su gobierno las relaciones diplomáticas entre ambos países. A muchos de los visitantes los acompañé hasta el Paralelo 38, testigo histórico del armisticio entre ambas Coreas y de la división de un pueblo hermano.

Nuevamente en los deportes, en el Campeonato Mundial de Fútbol del 2002 recuerdo haber apoyado al equipo coreano en el Estadio de Seúl al llegar a la semifinal contra Alemania. Gran parte del aprendizaje de esos años me ha impulsado en la vida a buscar lo mejor para Costa Rica desde las posiciones de servicio que me fueron confiadas en la carrera diplomática. La República de Corea me ha permitido tener una visión más amplia de lo que la diplomacia puede y debe hacer por su país. Es sin duda un socio confiable que nos puede ayudar en infinidad de asuntos. Envío a ese pueblo valeroso mi abrazo solidario en el día que se celebra un aniversario más de su fundación, cuando las hojas en los multicolores follajes del Monte Sorak empiezan a caer, al igual que en la Montaña del Sur, donde aprendimos a querer y respetar a este país majestuoso. 

 

*Embajador

 

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Sábado 08 Octubre, 2016

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