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Opinión

La complicidad de Venezuela

Fernando Berrocal

Desde hace 50 años, el pueblo colombiano sufre la tragedia de una guerra de 250.000 muertos y los estragos de las FARC, que comenzó como una guerrilla marxista, se vinculó al narcotráfico después de la muerte de Pablo Escobar, brindándole protección pagada a la criminalidad organizada y terminó siendo, ella misma, el principal cartel colombiano de la droga.

 

Un cambio de 180 grados: desde el idealismo hasta los negocios viles.

 

El avance más significativo hacia la paz se dio en La Habana, cuando el presidente Santos y el jefe guerrillero Timochenko, al lado de Raúl Castro, se dieron la mano, como símbolo de que la paz es posible y que el fin de estos trágicos y violentos 50 años está más cerca que nunca. De ello nos alegramos profundamente.

 

Esa firma, sin embargo, sirvió para poner de manifiesto y probar, por si alguien tenía alguna duda, la complicidad del chavismo y de Venezuela con las FARC y con la insurrección guerrillera y el narcotráfico colombiano.

 

El jefe Timochenko viajó hacia Cuba desde territorio venezolano, en un avión de PDVSA, la poderosa empresa estatal petrolera venezolana, acompañado del exgeneral Ramón Rodríguez Chacín, exministro de Interior, a quien se le identifica con el Cartel de los Soles, integrado por altos cargos militares venezolanos vinculados al narcotráfico. En su viaje, el avión de PDVSA fue escoltado por un poderoso avión Sukhoi-30 de guerra que, posteriormente, se estrelló cerca de la frontera entre Venezuela y Colombia.

 

Esa es la historia que ha circulado ampliamente por la prensa internacional.

 

En respuesta, el inefable presidente Maduro, después de consultar con su pajarito (el que le permite hablar con Chaves), decidió sustituir el avión estrellado, por un pedido fulminante de 12 aviones de guerra más a Rusia. Los aviones de alta tecnología se le entregarán en el 2016 a Venezuela.

 

Esos aviones cuestan una fortuna, pero eso no le importa al chavismo, como tampoco le importa que el país que, sin duda alguna, estaba llamado a ser el primer país desarrollado de América Latina, después de 14 años de chavismo, esté absolutamente quebrado y que su pueblo padezca el desabastecimiento de toda clase de productos básicos y de necesidades esenciales.

 

El chavismo hizo el milagro inimaginable de arruinar económicamente a Venezuela, mientras sus principales líderes se enriquecieron como emires árabes, a la sombra del petróleo y la enorme corrupción política, como las hijas de Chaves o el caso ampliamente informado de Diosdado Cabello y Rafael Ramírez, dos “revolucionarios multimillonarios” con fortunas hechas a la sombra del Estado y la impunidad del autoritarismo marxista.

 

En esas condiciones, dudo profundamente que Maduro y Cuba permitirán elecciones libres, sin fraude, el 6 de diciembre. Por mil razones, el chavismo no entregará nunca el poder por la vía democrática y electoral, a menos que se dé una implosión interna popular, de naturaleza política, económica y social, como sucedió en los países de la Europa del Este, al final de la URSS.

 

Triste y dolorosa verdad histórica: los autoritarismos nunca entregan el poder por la vía de elecciones libres. Eso solo sucede en las democracias liberales.

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Jueves 12 Noviembre, 2015

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