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Opinión

¡Multiétnica y pluricultural… así es!

Fernando Ferraro Castro* / Política en positivo

El pasado 24 de agosto el Presidente de la República firmó la reforma del artículo 1 de la Constitución Política, mediante la cual nos reconocemos como una república multiétnica y pluricultural. La iniciativa fue presentada por la exdiputada Jocelyn Sawyers (PLN) y promovida con entusiasmo por las congresistas Epsy Campbell (PAC), Maureen Clarke (PLN) y Sandra Piszk (PLN).

 

Muchísimos costarricenses fuimos criados en hogares donde la discriminación era rechazada y donde sinceramente se creía que en nuestro país no había tal cosa. Yo recuerdo cuando chiquillo, mi padre me presentó en el Más x Menos de Paseo Colón a un cantante que salía en la televisión. Se trataba de Johnny Barba Blanca, estrella de la orquesta de Otto Vargas. Era negro, como después fueron mis maestros de español y de inglés.

 

Desgraciadamente las expresiones pasivas de la discriminación se “camuflan” detrás del hecho de que en Costa Rica no hemos conocido, o no recordamos, las formas activas, violentas y sistemáticas de otras sociedades.

 

Yo crecí escuchando que en nuestro país no había indígenas. Recuerdo un 12 de octubre que en el kínder bailábamos disfrazados de “apaches” una canción que decía “… one, two, three… four little indian boys”. Pabru Presbere fue para mí un completo extraño hasta algún momento de la secundaria. Escuché muchas veces que los “negritos” vivían en Limón y no hablaban español, o que los chinos eran de un país lejano. Es decir, aunque hubieran nacido en Costa Rica, se entendía que ninguno de los dos grupos eran “ticos”. 

 

También escuché verdaderas barrabasadas como que los judíos “habían matado a Cristo”. Algo que no oí en mi casa y que fue especialmente desconcertante cuando pregunté quiénes eran los judíos. Contestar a esa pregunta inesperada metió a mis padres en un “zapato”, no sólo porque nuestros vecinos, esos con los que jugaba en la calle y cuyo padre era colega del mío, pertenecían a esa misma cultura y religión, sino también por el lugar donde había escuchado la frasecita. 

 

No recuerdo qué me dijeron, pero lo debieron hacer muy bien, porque entendí que esa desgraciada idea estaba cargada de veneno. A lo largo de nuestra historia, la cotidiana, la de las personas de carne y hueso, muchos niños han estado expuestos a tonterías semejantes, referidas a “negritos”, “chinos”, “indios” y todos esos costarricenses que de una u otra forma son “diferentes”.

 

La realidad costarricense es otra y la entendí al conocer a Quince Duncan, a Littleton Bolton Jones, a Rigoberto Stewart, a Eulalia Bernard o a Colón Bermúdez. Supe de Samuel Rovinski, de Haydée de Lev, de Samuel Yankelewitz o de Rebeca Grynspan. Entendí la importancia para el desarrollo del país de la obra empresarial de Richard Beck y de Walter Kissling. Conocí a Vito Sansonetti y su historia casi de novela, a Hilda Chen, a Franklin Chang y recientemente a Isidro Con; también a Sylvia Poll y a Benjamín Mayorga, a Marcelo Gaete y a Sara Astica. Tuve profesores nicaragüenses, y tengo parientes y amigos de ese país.

 

En fin, hoy es fácil reconocer la diversidad de nuestra sociedad y entenderla como una fuente de riqueza; pero no siempre fue tan evidente que en la sangre y en la biografía de cada costarricense hay algo que da un sentido maravilloso a esa reforma constitucional. Sin importar cuándo llegamos y de dónde vinimos, Costa Rica somos todos… y aquí no sobra nadie.

 

Exministro de Justicia

Analista de políticas públicas

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Sábado 29 Agosto, 2015

HORA: 12:00 AM

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