“La cárcel es una escuela del crimen”, esa expresión no solo se escucha, sino que es muy repetida por la población, que la considera real en todos sus alcances, pero para el subdirector de Adaptación Social esta situación es relativa y hasta señala que cualquier lugar donde el individuo esté puede ser esa escuela, pues al final de cuentas, delinquir es una decisión personal.
“Se dice que la cárcel es la escuela del crimen, pero creo que en cualquier lugar que usted se encuentre, incluso hasta la casa, puede ser una escuela del crimen, porque eso depende mucho de las decisiones que usted tome”, subraya el funcionario.
Villalobos, para profundizar en el tema, pregunta, como respondiendo a quienes afirman eso de las cárceles: ¿Cómo explicarían la resocialización, o la readaptación? Es que la gente lo ve como un acto mágico, y está muy lejos de serlo”, añade.
En las cárceles, según narra el subdirector de Adaptación Social, se desarrollan proyectos que permitan instrumentalizar o dotar de herramientas a las personas privadas de libertad, para que cuando salgan tengan mayores opciones, a través de lo que llaman ejes temáticos como la educación y el trabajo.
“Una persona con un título universitario tiene mayores opciones, alguien con un oficio definido, certificado por una institución como el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), también tiene mayores opciones y eso es lo que nosotros hacemos en la cárcel”.
Subraya Villalobos que en el país las prisiones son administradas como si fueran pequeñas comunidades, pues en ellas encuentran exactamente lo mismo que se tiene en el barrio, la comunidad, “para efectos más bien de favorecer y no generar criterios apáticos sociales, para que cuando el individuo salga sepa respetar la ley y respetar los derechos de los demás”, agrega.
En Adaptación Social el fin primordial es entonces dotar al individuo de esos instrumentos y además sepa decidir si vuelve a delinquir.
“Muchos salen y nunca más vuelven. Habrá algunos que entran, salen y vuelven, estos tomaron la decisión de seguir en eso, pero es una decisión personal. La resocialización podemos entenderla entonces como un acto voluntario del sujeto de no querer delinquir más”, indica.
Por último, Villalobos se refiere a otro decir de las personas en cuanto a que se ponga al privado de libertad a trabajar, para que no sea una mayor carga para la sociedad (se considera que una persona en el sistema penitenciario le cuesta $48 diarios a los costarricenses).
“Debemos trabajar más en mostrar a la comunidad el trabajo penitenciario que se realiza. Acá se efectúan proyectos productivos, se cría ganado, se producen huevos, carne de pollo, productos de concreto, hortalizas, se hace el pan que se consume en todo el sistema penitenciario nacional, o sea, 55.000 bollos de pan diarios.
“Normalmente a uno le dicen: pero póngalos a trabajar. Pues sepan que el 80 por ciento de la población está estudiando o trabajando”, subraya.
El otro 20 por ciento de la población privada de libertad no está en esas labores porque espera se resuelva su situación, o porque su conducta no se lo permite.
Y por último al referirse a las razones que llevan a las personas a delinquir, Reinaldo Villalobos concluye diciendo: “Uno debería irse al informe del Estado de la Nación en cuanto a desempleo, subempleo, deserción escolar, porque además hay datos de que la mayoría de esas nuevas personas que nos ingresan, son entre 18 y 26 años, muy jóvenes”, que desde el punto de vista sociológico luego serán un problema dentro de una sociedad que no quiere a las personas que por una u otra razón estuvieron en la cárcel.
