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Opinión

Sistema penitenciario se ahoga por descuido

Editorial

Hace seis años el país estalló en una crisis de inseguridad, el 2009 reporta cifras históricas en el fenómeno delictivo que hasta ahora no se superan.

 

En aquella época la sociedad se sintió más vulnerada que nunca, de acuerdo con los expertos, y así demandó mano dura a las autoridades. Fue entonces cuando se tomaron medidas adicionales para contrarrestar no solo la percepción de inseguridad que reinaba sino también para atacar frontalmente la delincuencia.

 

Este es el antecedente más próximo del caos que experimentan hoy los centros penitenciarios, y no es para menos, el sistema quedó completamente rezagado, mientras se crearon más leyes con penas privativas de libertad y se pusieron en funcionamiento los tribunales de flagrancia.

 

Otros de los factores que llevan al conflicto casi imposible de remediar en un corto plazo fue la transformación de las contravenciones en delitos y el reforzamiento de los cuerpos policiales preventivos y represivos.

 

No podemos tapar el sol con un dedo, la criminalidad también muta y es evidente que el crimen viene en aumento, las investigaciones policiales detectan mayores operaciones en suelo nacional.

 

Entonces es claro que el sistema penitenciario está atado de pies y manos, el hacinamiento carcelario supera el 55%. Para ponerlo en números reales, las cárceles están diseñadas para 9.130 privados de libertad pero albergan a 14.150. 

 

La población general podría pensar que es un triunfo y tendría lógica cuando se cree que la cárcel es la única vía para reivindicar la comisión de un delito.

 

Pero esa teoría pierde fuerza, existen otras medidas alternativas que pueden imponerse a una persona que sobrepasa las leyes y eso no señala índices de impunidad. 

 

Las leyes se diseñaron para cumplirlas, eso está claro, pero también ha de existir la proporcionalidad. Este elemento parece estar carente al momento del juzgamiento y en las prisiones hay casos tan dispares como personas que purgan penas por robar latas de atún o sustraer ¢2 mil. 

 

El sistema costarricense debería redireccionarse, el caos no se arregla con hacer reclusorios inmensos, casi como complejos de apartamentos, eso es una falacia.

 

También es un mito que tras las rejas las posibilidades de regenerase son nulas. Si bien en el estado actual de esa infraestructura las oportunidades escasean, de seguro existe una buena cantidad de hombres y mujeres con aspiraciones y deseos de superación. 

 

Actualmente del total de reos son muy pocos los que pueden optar por educarse, la falta de recursos lo impide, pero no se puede perder de vista que tampoco existe la voluntad política para revertir la realidad.

 

Los privados de libertad fueron relegados y por eso el sistema experimenta tal saturación. Crecieron las leyes, crecieron las penas, pero nunca pensaron en reacomodar los centros, no solo con espacios físicos sino también con alternativas de trabajo y estudio serias.

 

Ningún legislador ha presentado un proyecto dirigido a mejorar la calidad de vida de los internos, pensar en eso es casi someterse al linchamiento público, pues la sociedad considera a todo ser humano tras las rejas como un despojo, pero no es así.

 

Cualquier persona podría ser encarcelada, es un asunto que podría ir más allá de la maldad, lo cierto es que basta con poner un pie en las prisiones para darse cuenta de las posibilidades tan limitadas que tienen para desarrollarse en diferentes áreas mientras purgan la pena.

 

Los ojos del Estado no se centran en quienes permanecen tras las rejas y ese es un error magno, estar almacenando prisioneros es absurdo, más cuando las estadísticas revelan que cada día la población más joven es la que delinque.

 

Es gente en edad reproductiva y laboral, que podría estar generando progreso al país, pero metidos las 24 horas en celdas insalubres y abarrotadas, aquello en vez de una lección de vida es una universidad del delito. Está comprobado que una mente ociosa es capaz de todo. 

 

La propuesta de la creación de unidades productivas es buena, pero requerirá un jerarca líder, con determinación y más importante aún, con visión, que desde ahora pueda promover los cambios, pues cuando se gaste la plata del préstamo del BID aquello debe seguir funcionando.

 

Mucho se quejan los ciudadanos libres del costo monetario por reo, pero no hay más opción que mantenerlos si el propio gobierno no toma el toro por los cuernos y decide reformar. 

 

Claro, cuando se habla de poner a los internos a trabajar surgen mil opciones, el agro para que cosechen y no solo se alimenten en los centros sino que también puedan vender al Estado insumos para comedores escolares y centros médicos. Es una idea genial pero con la falta de atención y voluntad solo será eso, una idea.

 

El gobierno tiene una larga lista de proveedores de bienes, en las cárceles se pueden emprender proyectos que permitan suplir esas necesidades y a la vez se cumple la tarea de regenerar e insertar a los internos cuando salgan a la sociedad.

 

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Sábado 13 Junio, 2015

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