Rescatar el optimismo
Política en positivo
Dicen los profesionales de la salud que si algo contribuye a superar una enfermedad o al éxito de un tratamiento, es el optimismo del paciente.
Una observación oportuna en el campo de la política, pues al igual que sucede con las personas, los países también experimentan estados de ánimo, y Costa Rica no es la excepción.
Es cierto que en los últimos años hemos conocido encuestas que hablan de nosotros como uno de los países más felices del mundo, pero también es cierto que cualquier extranjero que sin conocernos, venga y dé una mirada a los medios de comunicación, a las redes sociales o logre escuchar cualquier conversación en la calle, se llevará una impresión muy negativa.
¿Contradictorio? Puede que sí, pero ante esto no puedo dejar de pensar en aquel cuento de que cuando un costarricense se junta con un extranjero, no puede evitar la “rajadera” con los éxitos de nuestra querida Costa Rica, pero cuando ese mismo costarricense se junta con otro, no pueden evitar entregarse a la “criticadera”. Eso nos ha pasado a todos.
Como saben, vivo en España desde hace 2 años, pero también estudié en ese país y me casé con una española. Lo digo porque conozco bastante bien ese país, y puedo decir que aquel cuento de los costarricenses, perfectamente puede usarse para describir a los españoles cuando hablan de sí mismos, y es muy interesante ocupar uno el lugar del extranjero del cuento, y luego observar lo que dicen cuando están entre ellos y hablan de su país, de la política y de su gobierno.
España continúa atravesando por una crisis durísima y Costa Rica, aunque por razones muy distintas, tampoco atraviesa por su mejor momento.
La crítica y el malestar tienen una base real, pero lo que quiero resaltar es que aún así hay motivos para el optimismo; el cual debemos cultivar, sin que por ello caigamos en la ignorancia o en la complacencia. Si las cosas no están bien, nuestra historia, incluso la reciente, demuestra que podemos superarnos.
Una de los aspectos más interesantes de vivir en el extranjero una temporada y más aún, de trabajar en un organismo internacional, es conocer de primera mano la opinión positiva, muy positiva, que se tiene de Costa Rica. Es una imagen que se deriva de decisiones, y no de casualidades. Decisiones de una envergadura igual a las que corresponde tomar hoy.
En otra columna insistí en que hay una diferencia entre política y politiquería, y que la primera está en todo y tiene que ver con todo, y por lo tanto es hasta imprudente, ignorarla. Por esta razón, tampoco puedo hablar de rescatar el optimismo, sin referirme al Gobierno.
Lo que propongo es dejarle donde está y no confundir Costa Rica, en un sentido amplio, con las ocurrencias que le han caracterizado en este primer año. Propongo no confundir sus desaciertos y los de cualquiera de los otros actores políticos, con la política en su sentido más positivo. Evitemos, al menos, las generalizaciones y la personalización.
Es decir, no abandonemos una sana actitud vigilante de los asuntos públicos, que para serlo debe estar bien informada, pero hagamos el esfuerzo de dar su lugar a todos los aspectos positivos de nuestra realidad. Esos que damos por sentados sólo porque hemos crecido con ellos.
Mantegámonos atentos a las iniciativas constructivas y renovemos la confianza en nuestros representantes políticos. No soy ingenuo. Sé que esto es difícil porque hay actitudes notorias que no ayudan, pero hagamos el esfuerzo. Imaginémonos a nosotros mismos como el costarricense del cuento, parado frente a un extranjero que con mucha curiosidad le pregunta por el país.
Finalmente, y en relación con ese esfuerzo por rescatar el optimismo, debo señalar con un fin ilustrativo, que uno de los errores más grandes que cometió el señor Presidente de la República está en la interpretación que hizo del millón trescientos mil votos que recibió en la segunda ronda de las últimas elecciones, y en su menosprecio de los partidos de oposición en la Asamblea Legislativa, donde su fracción es sólo una de las 9 minorías. Así es como se aprobó el presupuesto de 2015 de manera inconstitucional, lo cual explica en buena parte cómo y por qué se reúnen meses después las voluntades necesarias para elegir un directorio multipartidista al frente del Congreso.
Aquella votación histórica fue una innegable demostración de confianza que legitimaba a Luis Guillermo Solís para actuar inmediatamente después como el gran conciliador de la política costarricense, como el Presidente capaz de generar la armonía necesaria para tomar decisiones difíciles en un medio donde todos los actores políticos, tienen en la práctica un poder de veto.
El país atraviesa por una crisis de desconfianza que se manifiesta de muchas formas, pero sobre todo en la intolerancia y en la agresividad. Para muestras, la reciente manifestación estudiantil universitaria en la que simularon ahorcar a un diputado. Muchas cosas desagradables se dijeron en campaña y antes, especialmente en el trascurso de los dos últimos gobiernos, aunque no comenzara con ellos. El resultado es un ambiente envenenado, cargado de mensajes y actitudes destructivas. De eso se hartaron los costarricenses, y en aquella segunda ronda en la que pudieron quedarse en casa ante la previsibilidad del resultado, decidieron expresar con su voto que querían un cambio, y eso fue lo que se malinterpretó en Casa Presidencial. En lugar de ejercer como el gran conciliador, el Presidente se entregó al revanchismo, transformándose él mismo en una de las fuentes de ese mal ánimo que predomina en la opinión pública.
Por eso es a nosotros, a cada uno, a los que nos corresponde rescatar el optimismo.
