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Opinión

Editorial

Si hay patadas hay pa' todos

Cuando comenzó el trabajo del gobierno actual, el mandatario Luis Guillermo Solís, su ministro de Hacienda, Helio Fallas, y el equipo económico de la Presidencia fueron vehementes al decir que una reforma tributaria no era apta en estos momentos. Adujeron que dos años era un tiempo prudencial para poner el tema sobre el tapete.


Apuntaron que el asunto no era tan crítico como se hizo creer en la administración de Laura Chinchilla y hasta se mencionó que hubo algunas cuotas de exageración y alarmismo.


Tras el discurso inicial, se suponía que la calma estaría por llegar, que la gestión tributaria iba a hacerse con paso firme pero no ligero, pues el caos no tocaba nuestras puertas.


Antes de terminar el 2014, a siete meses de administración, la versión cambió. Las calificadoras internacionales alertaron que Costa Rica estaba en el ojo del huracán, pues el año cerraría con cerca del 6% de déficit, porcentaje que mostró a un Estado el cual gasta mucho más de lo que genera y por ende sus posibilidades de mantenerse estable se debilitan.


Vinieron los llamados de atención de los grandes organismos que prestan plata. Fueron también claros, la situación urge de soluciones.


Entonces ante tal panorama los representantes del pueblo echaron marcha atrás a sus promesas y arrancaron el 2015 con dos propuestas para aumentar la carga impositiva, claro sin antes hacer un ejercicio de ajuste público bien necesario.


Hablamos de borradores, de posibles anteproyectos, que hoy cierran su periodo de consulta pública y ya encontraron tropiezo en sectores de la economía nacional, gremios y hasta diputados.


Se trata de documentos con una propuesta de impuesto de renta y otro del impuesto al valor agregado el mismo qué hoy es conocido como impuesto de ventas, que se transformaría del 13% al 15%.


En ambos casos es la propuesta del gobierno para buscar recursos frescos y hacer de tripas chorizo de cara a una situación apremiante y que prevee podría superar el déficit del 6,3% para finales del periodo actual.


Costa Rica necesita respuestas, es una realidad. El país requiere de dineros para saldar las deudas de sus excesos públicos, combatir de tú a tú la evasión desmedida y dinamizar la economía con ligereza pero a tiempos reducidos.


Para tales fines al Poder Ejecutivo se hace de la vista gorda ante las promesas y está empujando los textos de lo que serían proyectos de ley. Ya tienen caritas tristes y calificaciones rojas, pero hay que esperar.


Está bien, hay que reconocer las verdades, el país nunca se ha caracterizado por una cultura de impuestos, a nadie le gusta tributar, es más, muchos se las ingenian para defraudar al fisco y hasta se vanaglorian de ello.


Grandes contribuyentes siguen viéndole la cara al Estado y ante la inoperancia e ineficiencia de las normas jurídicas, poco puede hacerse para lograr medidas judiciales prontas y cobros oportunos.


En materia tributaria Costa Rica es un caos, vemos un gobierno urgido de aprobar pronto proyectos de más impuestos que a todas luces afectarán a los ciudadanos, trabajadores, y empresarios, pero que son necesarios.


A la vez estamos frente a un Estado que se desliga de sus responsabilidades y trata de endilgar a los habitantes la totalidad del problema, cuando es entre todos que se debe buscar los chalecos salvavidas.


Antes de presentar propuestas, lo primero que debieron hacer los entendidos en el caso era sí y solo sí, zocarse la faja.


Y no vengan ahora con que el gobierno es austero, con que el presupuesto está limitado, cuando sabemos que eso quedó en el papel del plan de mandato.


Los ciudadanos jamás verán con buenos ojos más cobros cuando ese dinero no se ve reflejado en la calidad de vida, por el contrario se presta para seguir aumentando el aparato estatal.


A mayor cantidad de recursos más gastos, el agua tibia ya está inventada. Y acá tampoco podemos jactarnos de la cobranza, pues bien quedados estamos eso.


Los mecanismos de recaudación son ineficientes, entonces de qué servirá aprobar más cargas impositivas, si al final no hay cómo cobrarlas.


Al fin y al cabo son los empresarios honestos y responsables y los asalariados los que sostendrán como siempre las ideas descabelladas de unos cuantos, mientras otros con bastantes recursos se frotan las manos ante el descaro y la evasión; más cuando el mismo gobierno les da un espaldarazo para conciliar a sabiendas que deben miles de millones y desafiando las reglas de la honestidad y la transparencia.


La crisis fiscal ha de tener remedio, otras naciones del orbe la han sorteado, claro hay sacrificio, por lo que estamos en obligación de asumir todos por parejo, sin diferencias y entendiendo que hay casos que ameritan la solidaridad.


Lo que no se ve con buenos ojos es cómo el Estado se sigue gastando los pocos centavos, prestados además, para alimentar monstruos en desuso, pagos de planillas multimillonarias, duplicidad de funciones, alquileres de edificios con pisos completos desocupados, gastos de combustible irregulares de autos oficiales, subvencionando almuerzos, pagando bonos de vacaciones, turismo y estudio.


No podemos tapar el sol con un dedo, si el Estado no genera rendimientos entonces en qué cabeza cabe semejante estructura, la misma que ustedes han diagnosticado requiere tijera, pero no lo están cumpliendo.


Vamos a ver, no decimos que haya una ola de despidos en el sector público, ni Dios lo quiera, pero a costa de qué y quiénes, la del sector privado carga sobre sus espaldas con los muertos que resultan del desorden y la burocracia.


Si se necesita plata perfecto, pues en mucho de ello depende el progreso, no hay por qué resistirse, pero si el que quebró los platos se está haciendo el loco, eso no se vale.


Bien dice el dicho; si hay patadas, hay pa’ todos.

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Jueves 26 Marzo, 2015

HORA: 12:00 AM

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