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Opinión

Editorial

El ministro de Seguridad Pública, Celso Gamboa, y el canciller de la República, Manuel González, salieron ante la opinión pública para dar a conocer que Nicaragua sigue metiéndose en tierra costarricense antojadizamente. En dos platos, sigue la invasión.


Pero también hicieron públicas fotos y videos que evidencian, según su criterio, que el vecino país del norte no acaba con sus provocaciones, mismas que para ser sinceros ya cansan.


Ambos personeros de Estado fueron contundentes en asegurar que el mundo debe y tiene que conocer los hechos de primera mano, pues acá mientras esperamos la resolución de los tribunales internacionales, se sigue violentando la soberanía de Costa Rica.


Informaron las autoridades que los nicaragüenses siguen con la potestad que les confiere la navegación por el río San Juan, talando árboles y especies nativas sin el menor de los reparos en nuestras tierras y nada se ha podido hacer, excepto acudir a la vía diplomática.


El Presidente de la República dio la orden explícita de detener a cualquier nicaragüense que ose poner un pie en esta nación. La Fuerza Pública está al tanto de esa directriz, pero como dice el dicho acá estamos pareciera “tigre suelto contra burro amarrado”.


No podríamos jamás desacreditar a nuestros policías, por el contrario son entrenados para poner orden y hacer que se cumpla la ley, pero ante tal nivel de encaramiento que nos hace Nicaragua, lo menos que podemos sentir es indefensión.


Tanto Gamboa como González anunciaron una ofensiva política y diplomática pese a que al gobierno vecino eso le resbala, pues aún estando en las cortes internacionales, sigue hostigando.


Costa Rica ya pidió al vecino pinolero que “cese de inmediato todas las actividades en la margen derecha del río San Juan, que es indiscutiblemente costarricense”… pues constituyen una violación a las medidas dictadas con anterioridad.


Los destrozos son evidentes, los policías en la zona fronteriza son los primeros testigos de la provocación y el descaro, pero más allá de pararse en un tronco talado no pueden actuar, poner un pie en el agua del mentado río es una sentencia y así lo dijeron los jerarcas.


Entonces podemos deducir que a Nicaragua poco le importa el proceder de los ticos y continúan lanzando “insultos” con una intención que hasta ahora nadie descifra.


Las claras violaciones de este país a lo establecido por la Corte Internacional de Justicia deberían tener una pronta respuesta. Sabemos que la vía diplomática es tardía, pero acá los costarricenses estamos viendo cómo se nos meten a la casa por la puerta del patio y sin derecho a responder.


No es posible que en este pedazo de tierra sin ejército, que siempre ha vivido de la paz y la armonía, los ciudadanos nos sintamos acaparados, violentados y menoscabados.


Este es un intento del señor Daniel Ortega de virar la mirada de su pueblo, de voltear el rostro del hambre, el desempleo y la pobreza que pululan en cada rincón de Nicaragua.


Cada vez que el gobierno nicaragüense se inestabiliza arranca una oleada de atentados, podemos decirlo de alguna forma, a la soberanía tica, con aires de nacionalismo extremo y nocivo.


No es posible que Costa Rica viva sumida en una relación monotemática con este vecino.


Se le olvida a Nicaragua que gracias a Dios acá hay miles de sus ciudadanos viviendo y trabajando, que ya hicieron familia, y otros miles de niños y niñas se educan en nuestras escuelas.


No es justo que dos pueblos que siempre han sido hermanos, que dos naciones con gentes de bien tengan que sucumbir a los deseos inescrupulosos de un político que no tiene brújula para navegar.


En vez de estar gastándose ese dineral en dragas y hombres armados deberían preocuparse por mejorar las condiciones de vida de sus compatriotas.


Acá deseamos seguir en paz y esa razón, tarde o temprano, estamos seguros de que nos la dará el derecho internacional.

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Miércoles 19 Noviembre, 2014

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