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Opinión

No necesitamos un Flautista de Hamelín

A propósito de la situación que atraviesa el Estado costarricense y la dificultad para encontrar soluciones, algunos autores afirman que “los problemas de Costa Rica, no son de estructura política, sino de liderazgo”.


De un plumazo, el lector desprevenido, el ingenuo y el ególatra, por distintos motivos, acogen la tesis de que los problemas de gobernabilidad de nuestro sistema político desaparecerían si encontráramos al “líder”, al flautista de Hamelín que resolvería nuestros problemas en un dos por tres.


El desprevenido asume que los problemas estructurales no existen. El ingenuo busca desesperado al “líder” que lo sacará del marasmo en que se encuentra. El ególatra, se mira al espejo y se dice, "yo soy lo que el país necesita, elegidme y los problemas se acabarán, porque yo sí sé cómo convencer y alcanzar los acuerdos sociales y políticos para resolver los problemas de este país”.


Por supuesto que los problemas costarricenses no se deben a una única causa y la ingobernabilidad (la población quiere la democracia pero desconfía de su eficiencia), no se debe únicamente al diseño institucional vigente.


Hay diversas causas, como problemas de liderazgo, de burocracia, de corrupción, de adaptación a la globalización, de desadaptación de los partidos políticos, del sistema electoral, del centralismo, de detalles reglamentarios (básicamente del Reglamento Legislativo: impide la votación de leyes en un plazo razonable, cuando un grupo minoritario así lo quiere).


Pero los problemas estructurales de representatividad y de responsabilidad políticas existen y una parte muy importante del problema está conectada o asociada al sistema político presidencialista, tal y como opera hoy en nuestro país.


Un sistema político debe operar y ser gobernable democráticamente, incluso en ausencia de “liderazgo”. El liderazgo es fundamental para alcanzar las metas de una sociedad, pero no debe ser un requisito para la operación del sistema. Suiza es un buen ejemplo de esto.


Se necesita, en primer lugar, que la Asamblea Legislativa pueda operar y ello depende de dos condiciones: una es el Reglamento Legislativo. La segunda, tiene que ver con el concepto de responsabilidad social y política de los diputados en el modelo presidencialista.


La solución no es, pues, encontrar un flautista de Hamelín, sino que el sistema pueda operar razonablemente, al margen e incluso a pesar del líder, y de que pueda hacerlo democráticamente y con mayor responsabilidad. No olvidemos que en el cuento, el pueblo contrató al flautista para librarse de las ratas y cuándo no quisieron pagarle lo convenido, el flautista se llevó los niños del pueblo al río y terminaron ahogándose.


Por eso, en lugar de buscar al sustituto del flautista, pongámonos de acuerdo para reformar nuestro sistema político, por encima de banderas partidarias. Aprovechemos la oportunidad que nos ofrece la Comisión Especial Mixta que conformó la Asamblea Legislativa y el trabajo de la llamada Junta de Notables para adoptar un diseño institucional que responda mejor a las necesidades actuales y futuras del país.

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Sábado 18 Octubre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Rodolfo E. Piza Rocafort

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