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Opinión

El arzobispo comunista del 43

Sanabria fue derrotado en la guerra civil de 1948 por querer liberar a la Iglesia Católica de su histórica legitimación del capital acumulado gracias al trabajo esclavoide de los asalariados.


No tengo palabras para transmitir el placer y la provocación intelectual que he experimentado con la lectura del libro de Miguel Picado, titulado Los secretos de un acuerdo. Monseñor Sanabria y Manuel Mora. Junio de 1943. 


Miguel hurga en documentos hasta ahora desconocidos sobre el “acuerdo” entre el arzobispo de San José de ese entonces, monseñor Víctor Sanabria, y don Manuel Mora, abogado, diputado y secretario general del Partido Comunista de Costa Rica en 1943. Ese acuerdo es un hecho fundante y genético, en paralelo con la Campaña Nacional de 1856.


En 1856 nos batimos por no ser esclavos y expulsamos de Nicaragua y Costa Rica al esclavista. Tomamos las armas para ser autónomos e independientes de cualquier poder extranjero. Hoy nos parece romántico pero, igual que entonces, tenemos todavía que batirnos contra los infiltrados, oportunistas, traidores y, sobre todo, contra los seguidores del pensamiento mágico.


¿Cuál fue la crisis? Mora y Sanabria convinieron en refundar al partido comunista omitiendo sus tesis marxistas de materialismo histórico; cambiarle de nombre por el de “Vanguadia Popular”; y permitir la militancia de católicos en su seno sin contradicciones con su fe y su conciencia religiosa. ¿Para qué? Para apoyar y sostener las reformas sociales que había presentado el presidente Calderón Guardia al Congreso, a saber, el capítulo de garantías sociales en la Constitución, el Código de Trabajo y la creación del sistema tripartito de seguros sociales. El 15 de setiembre de 1943 Calderón y Mora, triunfadores, pasan a la casa arzobispal y montan en un vehículo descapotable a Sanabria y los tres se exhiben por toda la ciudad.


El “Acuerdo” fue un paso adelante para liberar los derechos sociales de la limosna, la caridad, el humor o el capricho de los patronos y el colonialismo de las bananeras.  Ya no sería optativo el monto del salario o el descanso semanal; ni arbitrario el despido inmune. La salud dejó de ser la limosna de la Junta de Caridad y se convirtió en un derecho, gracias a un pago tripartito.


¿Cuál fue el gran delito de Sanabria? Coaligarse con un partido que cambió de nombre y que declaró defender los principios de justicia social de la Iglesia Católica. Todo meridiano, todo por escrito, todo consultado con clérigos y personalidades de renombre, todo público. Además, con un despliegue de erudición, de juicio crítico, de conocimiento no sólo de la doctrina y la filosofía, sino del pueblo pobre y trabajador y de todos los actores políticos.


Sanabria, como lo expone magistralmente Miguel Picado, se jugó su arzobispado para liberar a la iglesia de su alianza histórica y automática con los ricos, para sacudirse el protectorado y la manipulación que el capital ejercía y ejerce hasta hoy sobre ella. Exhortó al clero para que llamaran a sus feligreses a ponerse de pie por sus derechos. Un paso que todavía no termina de dar esa poderosa institución y por el que hoy se bate Bergoglio. Sanabria precursor, profeta y héroe.


También el “Acuerdo” terminó en una guerra, como explica Miguel Picado, pero ya el pueblo se había posesionado de sus derechos y les fue imposible a los triunfadores revertirlo. Pagaron el precio con el exilio, la cárcel y la persecución los comunistas y los sindicalistas.


Entre los perdedores también estuvo Sanabria. Una buena mayoría del clero le dio la espalda después de la derrota militar del “Acuerdo”, chantajeada y sobornada por el anticomunismo y figuerismo triunfante. Obligaron al arzobispo a presentar su renuncia ante el Papa, que sabiamente la rechazó. Ana Rosa Chacón encabezó una misión figuerista al Departamento de Estado y la OEA para plantear una acusación de comunista contra él. Al Arzobispo de San José le negaron el ingreso a El Salvador y a Guatemala. Un paria nacional e internacional. El padre Benjamín Núñez recorría el territorio costarricense montado en su carro oficial de ministro de trabajo, persiguiendo a los sindicalistas comunistas y promoviendo sus sindicatos católicos: traición del compromiso del Arzobispo. Y El Codo del Diablo. A Sanabria se le reventó el corazón pocos meses después, en 1952.


El libro está pulcramente editado por la UNED. No le sobra una palabra ni le falta una coma. No tiene una falta de ortografía ni de sintaxis. No suelen ser así las obras de la literatura nacional. Dedica 114 de sus 296 páginas, tamaño carta, a reproducir los originales de los documentos en que basa el estudio. En fin, una obra excepcional por su forma literaria y su belleza. De contenido vivo, palpitante, desafiante, más que actual. Gracias, Miguel.

 

*Teólogo

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Martes 07 Octubre, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Javier Solís

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