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Opinión

Separación

En las familias y grupos es relativamente frecuente el que haya desencuentros, conflictos y hasta expresiones de toda índole, aunque siga siendo cierto que “dos no pelean si uno no quiere”. Y también aquello de que “usted está bien, todo está bien”.


No obstante, siempre será aconsejable el rehuir a ciertas personas con las que, por lo que sea, es demasiado difícil convivir.


Lo que se conoce como “tenerlas de lejos”, es decir, tratar con ellas lo indispensable, en el espacio y tiempo que sean convenientes. En esos casos, la “separación” puede ser más que saludable. Aquí, me refiero a las parejas de casados, concretamente. Y lo primero, habría que prevenir los infaltables inconvenientes y problemas, más o menos graves, que puedan ir presentándose con el correr de los días en el matrimonio.


De ahí la necesidad de una buena preparación en la etapa de novios en cuanto al conocimiento, trato y demás imponderables que juegan en una convivencia tan estrecha como la que se establece en la convivencia del hombre y la mujer casados.


Aún así, y como lo advierte el Padre Larrañaga, “pueden darse situaciones conyugales en que no sólo es aconsejable sino necesaria la separación, situaciones en las que no debe haber intentos de reconciliación sino simplemente, la separación”. Advierte, eso sí, que “no estoy hablando de divorcio, sino de separación”.


La verdad que uno se impresiona al leer tales afirmaciones y de ningún modo querría que se llegase a ese extremo, fruto ciertamente de otros extremos padecidos en ciertos matrimonios. “Extremos” como el que supone el sadismo y crueldad con que sistemáticamente trata un cónyuge capaz de acabar física y psicológicamente con el otro. Lo sé, para entenderlo, mínimamente, hay que vivirlo. El autor más arriba citado se explica así: “Hay individuos que nacieron con la enfermedad de destruir; y se advierte que esta destrucción sistemática es peor que el odio; se asemeja al furor diabólico, porque no se pretende hacer daño sino un asesinato psicológico, y la víctima percibe que va a ser irremediablemente aniquilada. Llegó la hora de alejar la poderosa mano de la muerte”.


En tal situación, añade nuestro autor, “el cónyuge víctima debe pasar por encima de toda consideración y buscar refugio en la separación sin importarle hijos, juicios sociales, principios religiosos, el “qué dirán”. La razón está en que se trata de salvaguardar un derecho esencial de la persona, que es su salud y su vida, que es, concluye, “un valor por encima de todos los valores y considerandos para ponerse a salvo del exterminio”.


Ahora bien, no cualquier crisis puede catalogarse como límite o extrema. Hay que sopesar bien cada situación. Y, en especial, distinguir una crisis coyuntural, producto del alcoholismo o las drogas o de “malos momentos”, de un modo de ser, de una constitución psíquica de carácter sádico y destructivo.


Claro, no se trata de un juicio moral, no se juzga ni condena a nadie. Sólo Dios puede hacerlo. Simplemente, es cumplir con el derecho-deber de salvar a alguien de la crueldad y la muerte.


¿Hay otras causas de separación? Las hay, pero su consideración la dejamos para otra ocasión, Dios mediante.

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Sábado 14 Junio, 2014

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Juan Luis Mendoza

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