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Opinión

Alternativas

Los domingos eran para mí un día de pesar en medio de la tristeza de La Reforma. En la celda se oía y sentía el bullicio y la alegría de la visita general a los reos. Pero ya yo había disfrutado de mi familia el sábado y no tenía a quien esperar el domingo.


Mi calabozo estaba en el ámbito siete, que compartía con la enfermería y con los jóvenes sentenciados que se convertían en mayores de edad. Por el único teléfono público uno podía llamar cuando le llegaba su turno. Pero era muy difícil que lo pudiesen llamar a uno pues estaba siempre ocupado. Sin embargo, casi todos los domingos llegaba la llamada de doña Ruth que era para darme compañía y romper la soledad.


Doña Ruth María de los Ángeles Quesada fue su nombre, había vivido buena parte en los Estados Unidos y vuelto a Costa Rica, viuda, con su hija Marielitos Hanson que a pesar de su discapacidad le daba ayuda y compañía, y con algunos recursos. Había escrito o llamado en esa ocasión a la presidencia. Tuve la suerte de poder atenderla y guiar sus pasos para pagar los impuestos de importación de un vehículo. Ya anciana, desde su silla de ruedas, me llamaba con gratitud los domingos para alentarme y contarme su vida.


Había comprado varias propiedades y a pesar de una pensión por viudez del ejército de los Estados Unidos, vivía en enredos económicos. Tenía un chofer, Atiliano, alcohólico y abusador. Yo le rogaba que se deshiciera de él. Pero por su edad había creado una dependencia que se lo impedía.


En diciembre de 2005 ya había terminado mi prisión y con Lorena fuimos con algún regalito de navidad a visitar a Ruth, la gringa como le decían en La Cocaleca de Palmares. Tenía allí un edificio de dos plantas en el que alquilaba unos apartamentos y vivía con su hija, perros, patos y lora…y con todos los desechos de esos animales. Ya había perdido algunas propiedades, el vehículo estaba descompuesto, la plata no les alcanzaba y vivían con enredos y deudas. Se deshacía de Atiliano, pero volvía a recibirlo por la “ayuda” que les brindaba.


Pocos días después de aquella visita, en febrero de 2006, Ruth firmó engañada una “venta” de su edificio en favor de Atiliano sin pago alguno, para así “protegerla” de que no le cayesen encima los acreedores. Atiliano actuó como ficha de un tal Mario, que posteriormente con la complicidad de su abogado José y con otra falsa compraventa, obtuvo la propiedad del edificio.


Para ayudarlas Dios le envío a doña Vilma Muñoz, una extraordinaria señora que vive con su familia en Volio de San Ramón. Sacrificando su tiempo, su familia y sus recursos, Vilma empezó a visitar a Ruth y a Marielitos. Las convenció de regalar los animales, les limpió y ordenó la casa. Las guió para que su pensión les alcanzara y fuesen pagando las deudas. Y empezó con mi abogado Eduardo Araya a tratar de recuperar la propiedad que les habían quitado.


Inconcebiblemente la fiscalía pidió y obtuvo sobreseimiento en favor de quienes las habían despojado de sus bienes el 4 de agosto de 2008. Y en esas duras circunstancias, a punto de ser echada de su propiedad, murió doña Ruth. Al funeral vino de Estados Unidos, donde vive con su familia, Leroy, el hijo de Marielitos.


Y el 17 de octubre de 2008 Marielitos tuvo que abandonar la casa que le había sido arrebatada, y viajar a vivir con su hijo a Nueva Jersey. Pero aquí quedó Vilma luchando por la justicia.

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Lunes 09 Septiembre, 2013

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Por: Miguel Ángel Rodríguez

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