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Opinión

El narcomenudeo nos golpea en la cara

Editorial

Costa Rica puede darse el lujo de presumir con los grandes decomisos de drogas que se llevan a cabo por tierra, por mar y hasta por aire. Es indudable el trabajo que se lleva a cabo en la lucha contra el narcotráfico.
Para nadie es un secreto que el Ministerio de Seguridad y el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) hacen su máximo esfuerzo humano, económico y tecnológico para golpear a las redes criminales dedicadas al trasiego y comercialización de todo tipo de sustancias ilegales.
Pero también debemos reconocer la gran cantidad de expertos que se forman en la práctica y desde la academia para enfrentar una realidad que somete a todos los países, pues no hay uno que pueda decirse limpio de narcotráfico.
Antes se hablaba de crack, cocaína, marihuana y hasta adicción al cemento, al diluyente (thinner) y otras sustancias; ahora hay K2, Ketamina, Speed, Popper, Éxtasis y Polvo de Ángel, lo que llamamos drogas sintéticas.
A diferencia de la cocaína y la marihuana, estas no se derivan de un vegetal, sino que se fabrican a través de procesos químicos en laboratorios, a partir de cambios moleculares para lograr resultados psicoactivos.
La policía trabaja también para golpear este tipo de tráfico. Han caído algunos cargamentos menores de estas sustancias tóxicas, pero la venta en las calles, bares y otros comercios va en aumento.
Todos los días las noticias nos muestran cómo jóvenes menores de 30 años son los líderes de bandas, los tentáculos de grandes organizaciones, los consumidores y los expendedores.
Históricamente ha habido personas adictas a estas y otras drogas lícitas o ilícitas, pero en los últimos años esas adicciones se han modificado, los centros de tratamiento han proliferado, aumentan las familias de jóvenes buscando ayuda y el narcotráfico sigue haciendo de las suyas.
El Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA) cada vez que puede lo advierte, una gran cantidad de jóvenes llegan a pedir ayuda, presas de este flagelo. También indica que son personas de todos los estratos sociales, no solo pobres, también profesionales y hasta trabajadores.
Aquí surgen varias interrogantes. ¿Qué pasa con la inversión en dinero, tiempo y recurso humano de las autoridades para los programas preventivos en colegios públicos y privados?
¿Qué tan afectivos son los programas implementados por el MEP, Seguridad Pública, IAFA, CCSS y Ministerio de Salud para informar, educar y formar a padres de familia, encargados, docentes, niños y adolescentes sobre el uso y abuso de las drogas? Para ser sinceros, los adultos poco conocen de la nueva tendencia y poco podrán explicarles.
El narcotráfico no solo son toneladas de drogas y éxitos de mayor escala, pues la guerra la estamos perdiendo en las calles, donde no solo tenemos vendedores pequeños, sino también un mercado creciente de consumidores adolescentes que van para adultos.
¿En qué parte de la lucha contra esta problemática dejamos de interesarnos por seguir trabajando duro con las poblaciones más jóvenes? Hablar de drogas en séptimo del colegio es un riesgo, esa información debe brindarse desde la escuela, pues las estadísticas revelan que el consumo de cigarrillos y marihuana empieza a los 11 o 12 años. Hablamos de los últimos grados de primaria.
En los colegios hay menores que venden y de sus casas llevan droga a las aulas, pero nadie puede detenerlos porque las requisas en esos centros educativos son esporádicas.
En alrededores de escuelas y colegios, en parques de juegos y sitios públicos que frecuentan los menores operan traficantes que no superan los 20 años. ¿Qué estamos haciendo? Ellos también son producto de este descuido social y estatal.
La lista de jóvenes, hombres y mujeres muertos por la guerra de las drogas no puede quedar simplemente como una cifra. Son hijos, padres, hermanos que hayan tomado o no malas decisiones no deben ser olvidados o minimizados. Existe un evidente daño social que se deriva de esas muertes.
Estamos invirtiendo mal los pocos recursos, los canalizamos en dar el golpe duro al tráiler, a la galeta, en perseguir al pez gordo, pero el narcomenudeo y sus clientes dan muestra del monstruo que tenemos por delante.
Es hora de que Costa Rica alce la bandera, que deje de pensar solo en las redes del crimen organizado a gran escala; es hora de volver al trabajo hormiga, de preocuparse no solo por el paso de furgones cargados o el almacenamiento; es momento de trabajar en ese potencial mercado de adictos que crece como la espuma desde edades tempranas.
Atrapar al gran capo de los carteles mexicanos es un logro y se aplaude en esa dimensión, pero la casa también debemos cuidarla, mejorarla y no podemos tapar el sol con un dedo. El narcomenudeo requiere una fuerte ofensiva, no solo policial, sino también informativa y preventiva.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 29 Febrero, 2020

HORA: 12:00 AM

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