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Opinión

La soberbia del Estado

Andrés Álvarez Quesada

El Estado es un ente súper poderoso, o al menos eso creen los políticos que lo conforman, esos que se muestran como seres humanos de capacidades superiores y, por lo tanto, creen que el Estado puede hacer todo lo que se propongan. Es evidentemente preocupante la soberbia con la que nos gobiernan y nos prometen tener una solución para cada problema que enfrentamos “como país”, pero es tan normal que pocos se percatan de ello. Basta con detenerse a examinar el accionar del Estado y las pretensiones de sus funcionarios. 

El Estado pretende saber cada transacción económica en el país y con ello saber quién y a cuánto compra o vende cualquier cosa. Para eso existen las facturas y declaraciones de impuestos. Igualmente controlan toda persona y cosa que entra o sale del país pues no se puede pasar por una frontera sin ser examinado o debidamente declarado. Aprovechan la información para cobrarnos impuestos y controlar los flujos de bienes y personas.

Pero, más allá de eso, también pretenden decirnos en qué trabajar, qué comer, donde vivir, cómo educarnos, cómo transportarnos, cómo divertirnos y, en general, cómo vivir.  Lo hacen en mayor o menor medida, pero su objetivo es claro. 

Pueden prohibir o hacer engorroso que las personas se dediquen a hacer Uber o Airbnb, por ejemplo. Si quieren que no comamos aguacate mexicano, nos prohíben su importación. Hasta nos dicen dónde abrir un negocio y dónde no, como pretenden hacerlo con los planes reguladores. Incluso intentan decirnos con quién conformar una familia y con quién no y, además, nos obligan a aprender y a responder ciertas cosas para aprobar el bachillerato. Se creen capaces de dirigir nuestras vidas. ¿Les suena conocido?

Los impuestos son la principal herramienta, con ellos pretenden incentivar o desincentivar conductas: si quieren que compremos algo, le bajan impuestos, si quieren que no hagamos algo, le suben impuestos. Incluso intentan controlar precios, como hacen con el arroz y ahora quieren hacer con los medicamentos y tarjetas de crédito. Sufren nuestros bolsillos y nuestras preferencias, estamos sometidos a la voluntad de aquellos que nos gobiernan y, si no acatamos, sufriremos las consecuencias del poder coercitivo del Estado. 

Las excusas y justificaciones siempre sobran. Nos dicen que se trata de nuestra seguridad, de mejorar la economía, de proteger a los consumidores, mejorar los servicios públicos o mejorar las condiciones de vida de los menos favorecidos. Los resultados pocas veces son lo esperado y los problemas continúan o aumentan mientras nuestras libertades disminuyen, pero siempre habrá quien aproveche las circunstancias para ganarse nuestros votos y seguir con el círculo vicioso. 

La reciente e infame Unidad Presidencial de Análisis de Datos y el impuesto al cemento son ejemplo de la soberbia estatal de la última semana. En un par de meses podría ser el levantamiento del secreto bancario, la extinción de dominio, las tasas de interés en créditos y hasta el etanol para nuestros vehículos.  Si no queremos que esta lista se amplíe conviene que nos cuestionemos el darle más poder a los políticos y que alcemos la voz para que nuestra voluntad se escuche más que la arrogancia de quienes gobiernan.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Miércoles 26 Febrero, 2020

HORA: 12:00 AM

CRÉDITOS: Andrés Álvarez Quesada

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