A 30 años de la Convención sobre los derechos del Niño: La necesidad de cambiar las narrativas
Virginia Murillo Herrera*
La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) vino a proponer cambios importantes en la forma de relacionarse, ver y reconocer a los niños, niñas y adolescentes y define claramente obligaciones a los Estados para que cumplan con la tarea de garantizar derechos humanos y para que den las condiciones a las familias, para que estas funjan con su labor en la crianza. Sin embargo, como instrumento internacional que ha impactado en el marco regional y nacional, se requiere del compromiso y de voluntades para hacerlo realidad y que deje de ser un enunciado de intenciones.
A los 30 años de la CDN, podemos observar logros que representan oportunidades y aprendizajes a tener en cuenta para los años venideros y, a su vez, nos dejan desafíos que debemos darles la importancia que merecen, a fin de no retroceder y poner en riesgo todo lo alcanzado y sobre todo no volver a cometer los mismos errores.
Costa Rica llega a esta celebración enfrascada, el Gobierno no cede ni hace cambios en el modelo propuesto, ni entabla un diálogo abierto con todos los diferentes grupos, en particular con quienes trabajan directamente con las personas menores de edad y con la población en sí.
El papel de las y los legisladores en su conjunto ha sido destacado en cuanto al control político y algunos de ellos han demostrado su compromiso con la niñez y adolescencia. Sin embargo, es poco coherente y muy decepcionante a la hora de la toma de decisiones, sobre todo cuando de presupuesto al PANI y a otras entidades que atienden derechos humanos se trata.
Lo anterior se traduce en más desprotección y menos posibilidades de hacer realidad no solo el marco político y legal que ha adoptado el país, sino que se hace cada vez más difícil garantizar un desarrollo integral para todos los niños, niñas y adolescentes sin discriminación alguna. Por lo tanto, las consecuencias de estas decisiones serán negativas para la infancia y la adolescencia de hoy y para el futuro de la Costa Rica del mañana.
Costa Rica debe cambiar el discurso y su forma de hacer las cosas. Está claro que hubo importantes avances en el país y que se cuenta con unas bases que creíamos eran sólidas. Pese a ello, los Gobiernos han tenido miradas cortoplacistas, y muchos de estos impulsos se ensombrecen y dejan de ser relevantes. Pasamos, por consiguiente, cada cuatro años a nuevas miradas y formas de hacer las cosas, donde a 30 años de la CDN, los niños, niñas y adolescentes no son prioridad.
Debemos dejar de ver a los niños, niñas y adolescentes como víctimas y como apéndices y marionetas de los adultos y de la institucionalidad. Hay que integrarlos y reconocerlos como actores sociales, como ciudadanos que tienen voz.
Los actores de la sociedad civil, en particular las llamadas ONG, deben ser aliados y no ser vistos como amenaza. Sin ellas, miles de niños, niñas y adolescentes no tendrían posibilidades de desarrollarse y de acceder a oportunidades en igualdad de oportunidades.
La institucionalidad no puede, ni lograría, atender a todas las personas menores de edad ni tampoco podría prevenir y protegerles de todas las violencias y vulneración a sus derechos humanos. Está claro que, sin el apoyo y recursos, las ONG no pueden sostener los procesos. Se requiere de un trabajo que supere los intereses individuales y abrirse desde todos los frentes, a estar dispuestos al trabajo en conjunto.
Como norte orientador y a partir del 20 de noviembre 2019, el compromiso por y con la población menor de edad del país debe ser fortalecer un Sistema de Garantía de todos los derechos humanos de los niños, niñas y adolescentes y esto incluye la construcción de espacios y toma de decisiones de participación real e inclusiva y pensar en un presupuesto público que permita hacer realidad dichos derechos. “Ningún derecho es a coste cero” lo que quiere decir que “si hay menos inversión, menos derechos son garantizados”.
*Presidenta Ejecutiva de Defensa de Niñas y Niños Internacional (DNI) Costa Rica
