Empecemos por enseñar respeto
Gloria Bejarano Almada / Tinta con Sentido
“Diputados rechazan incluir en escuelas estudios de Declaración Universal de Derechos Humanos”. Así dieron a conocer los medios de comunicación cómo 26 de 48 diputados se manifestaron en contra del expediente N. 21096 adición al inciso g) al artículo de la ley N. 2160 Ley Fundamental de Educación del 25 de septiembre de 1957.
Las reacciones no se dejaron esperar entre la población, unos a favor otros en contra, pero en general con la consabida desinformación de la mayoría que no sabe que la enseñanza de los derechos humanos está incorporada desde siempre en la Constitución y los planes de estudio del Ministerio de Educación. El hecho de que esta adición haya sido rechazada en una primera votación en nada cambia que los estudiantes ya reciben esta formación en escuelas y colegios.
Lo que no entiendo es la estrategia que se siguió para presentar un proyecto que a todas luces iba a ser controversial por el momento político que estamos viviendo. El tema de Derechos Humanos ha sido tan manoseado que las reacciones de los grupos que se ubican en los extremos ideológicos de la discusión automáticamente reaccionan. En este caso los grupos más conservadores vieron en esta adición una amenaza a su posición y creencias. Mientras que, en el otro extremo, vieron en esta adición la oportunidad de imponer sus creencias a través de una ley.
La radicalización de ambos grupos en nada beneficia a la enseñanza de los Derechos Humanos, en nada contribuye a la formación de las nuevas generaciones que tienen que empezar por comprender que los derechos no se otorgan, son inalienables a la condición del ser humano y responden a las libertades, reivindicaciones y facultades propias de cada individuo por el solo hecho de pertenecer a la raza humana.
La lucha por los Derechos Humanos se disminuye cuando se radicaliza la discusión y se centra en los derechos de unos y las creencias de otros. Debemos enseñar a nuestros niños y jóvenes, ante todo, que los Derechos Humanos no pueden serle arrebatados a nadie y que todos, absolutamente todos, sin importar raza, nacionalidad, religión o sexo, son libres e idénticos en materia de derechos y dignidad. Es nuestra obligación inculcar en las nuevas generaciones la necesidad de luchar por el acatamiento de los Derechos Humanos en todo el mundo si queremos vivir en paz.
Pero nada de lo anterior será posible si con nuestro ejemplo los enseñamos a irrespetar a las personas, si nuestro discurso dice una cosa y nuestro comportamiento habla de irrespeto, imposición o descalificación para con los demás. El respeto es uno de los valores morales más importantes del ser humano y, por desgracia, tal vez uno de los más ausentes en la actualidad.
La premisa más importante sobre el respeto es que para ser respetado es necesario saber o aprender a respetar, comprender al otro, ponerse en su lugar, valorar sus necesidades, aceptar sus diferencias. Por otro lado, el respeto, para que funcione, debe ser mutuo y recíproco.
Partamos entonces de que la enseñanza de los Derechos Humanos en escuelas y colegios debe empezar por enseñar a niños y jóvenes a respetar y para que esta enseñanza cale los adultos debemos dar el ejemplo en la casa, la escuela, la Asamblea, el Gobierno, la sociedad.
