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Opinión

Acoso mortal y juventud

EDITORIAL

Desde hace mes y medio una familia estadounidense vive el peor episodio de sus vidas, su hija adolescente se suicidó luego de ser víctima de acoso escolar y pese a su muerte, los abusos siguieron por medio de redes sociales.

Se trata de Hailey Nailor, de solo 16 años, que publicó un desgarrador video en Snapchat contando que contemplaba el suicidio como la única forma de escapar de quienes la agredían y tan solo minutos después se lanzó del quinto piso de un centro comercial de Connecticut, Estados Unidos. 

A pesar de que muchos de sus contactos estaban viendo el video, los cuerpos de socorro no lograron hallarla con vida. 

Los datos sobre este tipo de acoso son alarmantes, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) cada año se suicidan en el mundo alrededor de 800.000 personas en todo el mundo. Es la segunda causa de defunción en la población de 15 a 29 años de edad y se presume que la mitad de las víctimas han sufrido acoso.   

Reino Unido, Rusia, Irlanda, España e Italia son las naciones de Europa con índices más elevados de estas agresiones. En la Unión Europea, el acoso y maltrato por bullying lo sufren alrededor de 24 millones de niños y jóvenes al año. 

América Latina no escapa a esta dolorosa situación, que en la mayoría de las veces comienza desde los salones de clase.

En Costa Rica aún no se ha detectado algún caso de suicidio vinculado al acoso, pero no podría descartarse que sea la causa de muerte de alguna de las víctimas. 

En los últimos dos años, la cifra de personas que deciden quitarse la vida ha aumentado y se trata de jóvenes que se lanzan de puentes de gran altura o bien usan armas de fuego. 

El bullying es un comportamiento negativo, tirano y deja secuelas importantes. La palabra significa intimidar y consiste en el maltrato, violencia, exclusión social y discriminación por parte de jóvenes a otros similares, es ejercer poder de forma negativa sobre otras personas más vulnerables, ya sea por edad, condición económica, género u otros aspectos sociales.

Busca evidentemente lesionar jóvenes de ambos sexos que se encuentran en desventaja porque son menores, tímidos, sensibles o sufren de alguna discapacidad, lo cual les convierte en el blanco perfecto. 

Definitivamente esta forma tan abrupta de trato personal está cobrando cada vez más víctimas, aunque en su mayoría guarden silencio, siendo este el componente más grave. 

Los centros educativos son el nicho donde muchos estudiantes, además de cultivar sus mentes con cosas positivas, también pueden comenzar a absorber sentimientos de baja autoestima, llevando en ocasiones hasta la muerte por causas suicidas. 

La complicidad del entorno agrava los casos, pues pocos se atreven a desafiar a los acosadores y pese a que existen protocolos de atención en escuelas y colegios, no son muy eficientes. Es más, el acosador traslada sus acciones hasta fuera del centro educativo y hace uso de redes sociales.

Pero este tipo de agresiones no solo provienen de los compañeros de clase como se ha querido estigmatizar, se ha determinado que algunos docentes ejercen fuerza negativa -para llamarlo de alguna forma- en contra de sus propios alumnos. 

Esto no es nuevo, los centros educativos encierran paredes adentro a acosadores y acosados. Es una problemática que pese a estar plenamente reconocida por padres, docentes, orientadores y directores, así como por autoridades de educación nacional, no se detiene. 

No se trata únicamente de un juego de niños, es un verdadero inconveniente que, no importa qué tan antiguamente haya sido conocido dentro de las casas de enseñanza, carece aún de abordaje responsable y oportuno de parte de todos los actores sociales, aunque existan los mecanismos jurídicos y reglamentarios para hacerlo. 

Como sociedad no podemos ser indiferentes ante la realidad, es obligación de los adultos estar alertas, no solo con lo que viven nuestros hijos, sino también con los cambios de conducta de aquellos niños y jóvenes que frecuentamos. 

Los sentimientos de derrota, la depresión y más aún, esa falta de deseo por vivir no es algo fácil de ocultar, por el contrario, los seres humanos gritamos en silencio pidiendo ayuda. Es solo querer escuchar para darnos cuenta y tenderles una mano.

No podemos dejar que este nuevo mal carcoma la sociedad, nuestros niños nos están hablando, nos piden ayuda. Comencemos a escucharlos. 

Las entidades gubernamentales y la empresa privada deben unir esfuerzos para lanzar campañas formativas e informativas, el acoso no solo aqueja a las personas jóvenes puede afectar a cualquiera que esté indefenso o vulnerable indistintamente de su edad. 

La Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) difunde una campaña sobre suicidio joven y se debe reconocer en momentos que nuestros muchachos afrontan grandes presiones, donde internet y las redes sociales se usan como mecanismo de discriminación y menosprecio hacia condiciones personales como religión, aspecto físico y sexualidad.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

EMAIL: [email protected]

Sábado 30 Marzo, 2019

HORA: 12:00 AM

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