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Opinión

“Le era infiel, le roba y mata”

Editorial

“Le era infiel, le roba y mata”; al leer este titular la mayoría de las personas pensarán en la muerte de una mujer a manos de su novio, compañero sentimental, esposo o amante, etc. 

Una buena parte de los lectores solo podría concebir una escena de violencia doméstica en tales magnitudes ante una persona indefensa, por lo general una pareja del sexo femenino. 

Y por qué sucede esto, bueno los estereotipos de nuestra sociedad solo conciben la violencia en su máxima expresión perpetrada contra el mal llamado “sexo débil” es decir las mujeres. 

El esquema de pensamiento totalmente desdibujado respecto a la igualdad de género, concebido solo en favor de las mujeres y en detrimento de los hombres, jamás podría direccionarse a considerar que las víctimas tengan pene, que sean varones, es decir del sexo masculino. 

La violencia contra este grupo poblacional es invisibilizada al máximo. Ver o escuchar a un hombre quejarse o llorar por una disputa de pareja es considerado por una sociedad machista como la nuestra, una completa “mariconada”, como dicen en la calle.

Muchos de los caballeros agredidos son comúnmente llamados “gallos mansos”, se refieren a ellos con frases como “le canta la gallina”, “le pega la doña”, “mae más loca” y muchos otros calificativos de carácter ofensivo y discriminatorio. 

Definitivamente hay un problema en la forma de entender y abordar la violencia contra los hombres. 

Justamente el titular que usted leyó corresponde al crimen de un chancero, un hombre de 65 años que fue abatido a balazos por dos sicarios en las afueras de su vivienda en Heredia, en mayo anterior. La autora intelectual es, según el Organismo de Investigación Judicial, la pareja sentimental y la aparente novia que esta tiene desde hace un año. Las mujeres, según la fiscalía, planificaron el asesinato a sangre fría del adulto mayor y luego le despojaron supuestamente de ¢17 millones. 

Esta es solo una historia de las tantas que nuestro país registra, donde los hombres también son víctimas de sus parejas. No menos importantes que las acaecidas con mujeres. 

Veamos datos estadísticos que merecen atención; tan solo el año anterior más de 13 mil hombres solicitaron medidas de protección por violencia doméstica. Pero se sabe que la cifra negra podría ser el triple de lo denunciado. 

Podría pensarse que son pocos los casos de hombres agredidos que llegan ante las autoridades judiciales si se comparan con los del sexo opuesto, el año anterior las denuncias de mujeres llegaron a más de 50 mil. 

Según la Fundación Instituto de Apoyo al Hombre, por día esa dependencia recibe al menos 60 llamadas de varones expuestos a algún tipo de violencia.

Aunado a ello se atienden más de 100 usuarios que deciden romper el silencio y hacer frente a una batalla que podría vaticinarse casi perdida, pues para ser sinceros acá en los juzgados las situaciones de violencia doméstica se atienden con criterios preestablecidos y sesgados. 

Para nadie es un secreto que las agresiones cometidas contra hombres en vez de ser tomadas con la seriedad del caso, ya que hasta por las mismas autoridades son ridiculizadas y objeto de chiste popular.

Sin embargo, es hora de hacer un alto y sentarse a meditar sobre el asunto, pues la víctima debe ser tratada y respetada sin importar su sexo, color de piel, religión o estrato social, pero eso no sucede.   

La política de género debe ser integral, existe un Patronato Nacional de la Infancia que ve niños, niñas y adolescentes, un Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu) con jerarcas de rango ministerial, pero el sexo masculino no tiene representación del Estado, ante una ley que asegura debe haber igualdad. Quienes se enfrentan a esta triste realidad buscan apoyo privado si es que tienen los recursos, sino quedan manos arriba. 

Y es que poco hacen las autoridades para salvaguardar los derechos de este sector de la población pues el esquema mental de las instituciones de gobierno y sus funcionarios maquina a pasos de tortuga e ignora la realidad.

Así como existen situaciones de extrema violencia en contra de una esposa o cónyuge, igual los hay contra esposos y compañeros sentimentales, ¿o será acaso que el sexo femenino está excluido de la naturaleza agresiva o la ira, por ejemplo? ¡No señores! Este tipo de comportamientos no discrimina.

La creación de la Ley de Violencia Doméstica es un instrumento jurídico que ha venido a poner los puntos sobre las íes, que salva la vida de cientos de víctimas, pero a decir verdad se usa desmedidamente por parte de algunas afectadas y hasta de los mismos juzgadores.

No nos engañemos, si bien se ha determinado a lo largo del tiempo que las agresiones sexuales, físicas, sicológicas y hasta patrimoniales tienen como afectadas principales a las mujeres, también hay padres de familia expuestos terriblemente al abuso.

Hay que revertir ese efecto intimidatorio en la norma jurídica, las mujeres han entendido que este instrumento creado con fines realmente nobles y de resguardo de la integridad puede ser un arma potente y así se usa. Lástima que no existe una estadística judicial seria ni tampoco del 911 o la Fuerza Pública que demuestren la dimensión del caso. 

La ley tiene que cobijar a los ciudadanos por igual y no sucede en estos casos pues desde el título de la normativa (Violencia Doméstica contra las Mujeres) el sexo masculino va en desventaja.

Sería oportuno también invitar a los señores a dejar de lado la vergüenza y los estereotipos para denunciar los hechos violentos.         

Esto para poder así sentar en su favor precedentes que en un futuro cercano podrían beneficiarles con la creación de una ley que sancione tales actos en su contra o la reforma a una ley que respete el género. La violencia es violencia por los cuatro costados, y tanto víctimas como victimarios deben ser tratados con igualdad.

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Jueves 11 Octubre, 2018

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