En el Cementerio Obrero este domingo por la mañana el sol pegaba fuerte. Más de uno bajaba por un momento la mirada, hacía una pausa en su camino y luego seguía.
Del propio aire se respiraba el mismo sentimiento de extrañeza, les faltaba papá.
Entre las flores secas y otras recién cortadas nos encontramos a Cristian Martínez, un vecino de San Josecito, Alajuelita, que plantaba alrededor de la tumba de su padre una especie de lirio.
No tenía las palabras precisas para describirnos lo maravilloso que fue su progenitor. Visiblemente emocionado se acercó a nosotros. Hace 12 años que se fue “mi viejito” y lo extraña como si fuera ayer.
“Mi papá se llamaba Ronaldo Martínez. Vengo muy a menudo a visitarlo. El Día del Padre venimos todos mis hermanos, vamos a la misa y luego a la casa de uno de ellos. Estaré muy agradecido por haberme enseñado lo importante que es la unión familiar”, aseguró.
A unos cuantos pasos de Martínez se encontraba Héctor Manuel Moya Campos, quien también celebró la memoria de su padre, del que heredó su nombre.
“Todos los años vengo a darle la vueltita a papá. Murió en 1993. Trabajó en el ferrocarril, empezó a los 12 años, eran otras épocas. Él era brequero, de los que van en el último vagón dando señales, y luego lo ascendieron a maestro de equipaje.
Fue un gran padre. Nosotros somos seis hijos. Yo prácticamente era el mayor de ellos. Siempre andaba detrás de él. Nos tocaba dejar encomiendas y cartas, de su mano conocí todo San José”, narró.
Al igual que ellos, José Luis Carvajal y María Eugenia Romero aprovecharon el Día del Padre para recordar con cariño las anécdotas y lecciones de sus papás.
Orgulloso se veía a José Luis, quien con pala en mano estaba dándole mantenimiento a la tumba donde descansan los restos de su padre.
“Él se llamaba Guillermo Carvajal y murió de un paro cardiaco. Nacimos en Sagrada Familia. Supo cuidar a sus hijos, de ahí sacó doctores, abogados, algunos estuvieron (sus hermanos) en la Unión Soviética y otros también fuera del país.
Trabajó muchos años como carpintero en la Municipalidad de San José y también como lector de hidrómetros en Acueductos y Alcantarillados.
Era gente muy pobre, pero muy trabajadora”, expresó.
El papá de María Eugenia fue Carlos Alberto Romero y hace tan solo 1 año y 7 meses una insuficiencia renal le arrebató la vida. Liguista de corazón, al igual que su hija, fue mecánico de profesión.
“Fue un gran abuelo, buen padre y excelente amigo. Nos gustaba ir al estadio siempre. Éramos liguistas envenenados y siempre íbamos desde que yo tenía 4 años. Si la Liga perdía, yo lloraba todo el camino hasta llegar a San José”, recordó.
Solo cuatro casos bastaron este domingo para percatarnos de lo importante que es la familia y de entender el corazón de aquellos hijos que no olvidan a sus padres, por más hojas que se desprendan del calendario.
PERIODISTA: Marco Antonio González
CRÉDITOS: Fotos: David Barrantes
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Lunes 18 Junio, 2018
HORA: 12:00 AM
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