Tanto va el cántaro al agua que se rompe

Editorial

En los últimos días dos familias pasan por un trago muy amargo, pues un joven al parecer asesinó a su novia, a la cual había jurado amor eterno, le prometió el sol, la luna y las estrellas; sin embargo, lo único que le habría proporcionado es la muerte. Después él se disparó.

Lo malo de toda esta situación es que esos decesos se habrían evitado si la joven denuncia a su pareja, porque según contaron vecinos llevaba meses agrediéndola.

Es feo pensar en esto, pero como dicen los abuelos “tanto va el cántaro al agua que al final se rompe”. Eso pasó en el crimen, el agresor fue progresivo hasta la última pelea en que acabó con la muchacha.

En apariencia, el hombre se dejó llevar por los celos, mató a su pareja sin pensar que ante su ausencia una niñita de apenas 3 años se quedaba sin mamá.

Qué complicado saber que esta fémina deja un gran vacío es su familia. Era madre, hija y tía, pero sobre todo una mujer luchadora que siempre se esforzó para salir adelante y sin lugar a dudas no merecía terminar así.

Cuando pasan este tipo de situaciones ya no existen los “hubiera”, con eso no reviven…

Todos los padres deben echar para su saco y si tienen hijas que pasan por lo mismo deben buscar cómo sacarlas del círculo de violencia para evitar llorar al final.

Por lo general, todas las historias de femicidios que estamos acostumbrados a ver en nuestro país van acompañadas de hechos de violencia, que las víctimas deciden callar por mucho tiempo, ya sea por miedo, por el qué dirán y hasta por amor.

A veces para demostrar cuál es el sexo fuerte no se miden las consecuencias de esos actos atroces, que en su mayoría terminan en cárcel o suicidio.

Las mujeres deben dejar de ser tan ingenuas. Si de novios les gritan o les levantan la mano, posiblemente de esposos y en la soledad del hogar van a aprovechar para sacar al agresor que llevan dentro.

Además, tomen en cuenta que si se perdona una vez es como una licencia para seguir agrediendo. Los arrepentimientos se los lleva el viento.

El problema es que empiezan llevando ramos de rosas para disculparse luego de cada golpiza, pero, ojo, pueden terminar poniéndolas a una tumba si no denunciamos o tomamos las medidas para alejarnos.

No crea en palabras, pida actos que prueben que de verdad la otra persona quiere cambiar, además no solo es pensar en usted sino en sus hijos.

Ya es hora de que dejemos de tomarnos este tema en broma; tan culpables son quienes disparan o meten el puñal como quienes vemos las cosas y preferimos callar.

Tanto hombres como mujeres tenemos el derecho y el deber de denunciar. Hoy es la vecina a la que podemos salvar, mañana puede ser a algún familiar.

Mujeres, empodérense, no se dejen pisotear.

PERIODISTA: Redacción Diario Extra

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Sábado 10 Febrero, 2018

HORA: 12:00 AM